La subida del Indice de Precios al Consumo de abril ha sido demasiado alta. Durante el mes pasado los precios se incrementaron el 1,4% respecto de marzo, y en los últimos 12 meses el índice llega al 2,7%. Hay una explicación coyuntural razonable: en esta ocasión la Semana Santa ha caído en abril (el año pasado fue en marzo), y eso justifica que los incrementos en servicios vinculados al turismo repercutan ahora. Pero son anómalas las alzas en ropa y calzado, con las rebajas ya agotadas y el verano aún por venir. Tampoco se entiende que en un buen año agrario aumente tanto el capítulo de alimentos no elaborados.

Este alejamiento en más de medio punto del promedio europeo de inflación puede agudizarse por otra amenaza en ciernes: el precio de las gasolinas y su impacto en todo el sector del transporte. Este factor ya ha sido un lastre en abril, pero repercutirá mas en los IPC futuros. Los portavoces de Economía admiten que debemos estar alerta. La evolución alcista no ha acabado, porque la factura encarecida del petróleo amenaza a la economía española, muy dependiente de esta fuente energética. El nuevo Gobierno debe buscar soluciones paliativas para asegurar nuestra estabilidad y crecimiento en los próximos meses.