TEtl primer ministro francés, Manuel Valls, alerta de más ataques terroristas "en los próximos días, estas próximas semanas", y no solo en Francia sino en "otros países europeos". Evidentemente, se trata de una posibilidad: puede haber más, incluso con "armas químicas y bacteriológicas". Mientras, el ministro del Interior español, Jorge Fernández Díaz, niega que "haya motivos para temer un atentado en España", si bien hay que acostumbrarse "a convivir con cierto nivel de riesgo", porque, como se comprenderá, "la seguridad absoluta no existe". Obviamente, negar que haya motivos para temer un atentado no significa negar la posibilidad de un atentado.

En todo caso, frente a la alerta del primer ministro francés, la 'despreocupación' del ministro español. Y sorprende, desde luego, tratándose del ministro Fernández Díaz, ya que si en marzo pasado advertía de un "riesgo alto" de atentados islamistas en España, recordando que "Al Andalus figura en muchas reclamaciones de Al Qaeda", tres meses más tarde --atentados en Francia, Túnez y Kuwait-- confirmaba el riesgo y justificaba "mantener la guardia muy elevada". Sorprende, sí, que ahora hable de convivir con cierto nivel de riesgo, acostumbrándose, y niegue motivos para temer atentados.

Pero más sorprende la alarma del primer ministro francés, que no debe ignorar que el efecto que produce la alerta es el mismo que pretende el terrorismo: propagar el terror. ¿Quién irá "estas próximas semanas" a los Stade de France o las Bataclán de las principales capitales europeas? En este sentido, los atentados son ya parcialmente reales y los yihadistas habrán logrado uno de sus objetivos: que Europa se encierre con el miedo, a ser posible a rezar. La alerta solo previene al primer ministro: es decir, si hay atentados, él ya lo había advertido, y si no los hay es 'porque' él lo había advertido.

Claro que si se produjera un atentado en España (Alá no lo quiera), el ministro Fernández Díaz también lo habría advertido: la seguridad absoluta no existe.