A lo largo de nuestra vida, nos enfrentamos a temas que entrañan una gran complejidad. Y hay debates, que giran en torno a esos asuntos, que no admiten posicionamientos rígidos. Porque es muy sencillo opinar sobre lo que no sufrimos, o sobre lo que no nos afecta. Pero todo se vuelve terriblemente complicado cuando lo padecemos en carne propia.

A veces, opinamos con ligereza sobre sucesos que, según desde la óptica que sean enfocados, ofrecen una imagen u otra. De hecho, si le damos una oportunidad a quien defiende posturas antitéticas a las que nosotros mismos sostenemos, nos encontramos, a menudo, con realidades más complejas de lo que pensábamos, con realidades que ninguna perspectiva individual puede abarcar por entero.

El otro día leía acerca de historia de Alfie Evans. Alfie es un niño británico, de 23 meses, que sufre una irreversible enfermedad degenerativa. Después de atenderlo durante años, sus médicos emitieron un dictamen en el que tachaban de «cruel, injusto e inhumano» continuar con el tratamiento que había mantenido con vida a Alfie. Un tribunal ha dado la razón, en este sentido, al equipo médico. Pero los padres no han cesado en su lucha por mantener a su hijo con vida, con la esperanza de que sobreviviese, de que los tratamientos mejorasen su situación, de tenerlo junto a ellos más tiempo, de no dejarlo morir. Y es perfectamente comprensible que unos padres luchen, hasta la extenuación, para sostener la vida de su hijo. Pero tampoco se puede contemplar la decisión de los médicos y del tribunal como algo caprichoso, porque es seguro que ellos también desearían que Alfie pudiera vivir muchos años más.

Por todo ello, es muy difícil posicionarse en un sentido u otro, porque cualquier respuesta parcial sería injusta para padres, médicos y jueces. Porque es seguro que todos desearían mantener con vida al pequeño. Aunque también es cierto que, cuando Alfie fallezca, los médicos y jueces volverán a sus hogares con sus familias, y los padres de Alfie padecerán, por el resto de sus vidas, un dolor que nada, ni nadie, será capaz de curar.