El fichaje de Manuel Pizarro por parte de Mariano Rajoy es un tanto a favor para el líder popular, pero puede acarrearle daños colaterales. Sin duda es un éxito de Rajoy poder oponer al vicepresidente Pedro Solbes una figura tan conocida y tan admirada en sectores de la derecha como es Pizarro. De esta manera, Rajoy tapa un hueco fundamental en su alineación y da un importante golpe de efecto al fichar a un hombre que ha estado meses en todas las portadas en su apasionante pulso político-económico para salvar a Endesa de la opa de Gas Natural. Cuando Pizarro salió Constitución en mano para denunciar que detrás de la operación había intereses inconfesables del Gobierno, el PP apoyó en bloque su posición. Ese día había nacido un líder político, alguien capaz de enfrentarse al intervencionismo de Rodríguez Zapatero, de comparecer altivo en el Senado y, todo hay que decirlo, de procurar unas suculentas plusvalías a los cientos de miles de accionistas de Endesa.

Pese a tener un pensamiento propio y ser dialécticamente correoso, Pizarro es hombre de confianza de José María Aznar y del círculo de la FAES, que aumentan así su control sobre Rajoy.

El ascenso de Pizarro corre paralelo al nuevo portazo que el aparato del PP dio ayer a Alberto Ruiz Gallardón, quien finalmente no irá en la lista al Congreso, con lo que pierde pie en la carrera por la sucesión. Mientras el aznarismo clásico gana terreno, pierde fuelle la opción centrista que representa el alcalde de Madrid.