TCtARLOS. Esta semana le perdimos. El paisaje cacereño no es el mismo. Todas las mañanas, con las primeras luces, nos cruzábamos apresuradamente el uno a Malpartida, el otro al Mayoralgo. Me animaste a meterme en lo digital y no paro. Anoche hice una foto increíble. Mañana te la enseño. ¿A que estás disfrutando? Como un mono. El lunes tardé más en llegar al trabajo. Supe por la COPE que se fue sin tiempo para decirnos adiós y en la incredulidad de la noticia, pisé lentamente nuestras calles, escudriñando en cada esquina por ver si lo divisaba. Todo me pareció más triste esa mañana. Ya no veríamos más a quien siempre buceó por los mares del respeto, la cortesía y la más exquisita sociabilidad.

MAESTRO. La escuela de Carlos, en primavera, era una granja y una huerta en la que se plantaban toda clase de hortalizas. Desde la observación, viendo crecer las plantas, dando vuelta a los huevos en la incubadora, asombrándose al ver nacer un polluelo, sus alumnos siempre supieron que la verdad no es blanca ni negra sino que está formada por muchos colores y que la razón nunca está totalmente en un solo bando. Las enseñanzas de la naturaleza y el mejor uso de los nuevos canales de información fueron utilizados por Carlos para el progreso de la convivencia convirtiéndolos en un programa vital en el aula.

CIUDADANO. Sólo eso quería ser. Y pregonero de ideas expresadas con serenas palabras y poderosos silencios de respeto al adversario. Llevaba a Séneca en un bolsillo, convencido, como él, de que las discusiones son un laberinto en el que la verdad siempre pierde. Gracias Blanca, Carlos y Miguel por habérnoslo prestado tantas horas y para siempre.

*Periodista