Irán, cuyo líder supremo es el ayatolá Alí Jamenei no logra achicar el descrédito en el que está sumido por sus hechuras de dictadura: detención de manifestantes, expulsión de periodistas y proclamación del candidato oficial a pesar de reconocer que ha existido fraude en al menos 50 ciudades, afectando a 3 millones de votos, son hechos difícilmente soslayables, incluso para su propaganda.