El alcalde de Almendralejo, José María Ramírez, sorprendió a todo el mundo cuando el pasado jueves, en una entrevista en Radio Almendralejo, dijo que en el parque de la Piedad, céntrico lugar de esparcimiento de las familias de la localidad, menores rumanos ejercían la prostitución. Ramírez abundó en esa información y dijo que tenía conocimiento de estos hechos desde el año 2005 y que los había puesto en conocimiento de la policía.

A tenor de las voces que surgieron después de oír al alcalde, no solo corroborando sus palabras sino dando detalles sobre qué tipo de prostitución se ejercía en el parque y hasta cuáles son las tarifas, este asunto era un secreto a voces en la localidad. No vale entonces que el jefe de la policía nacional corrigiera al alcalde al decir que no tenía conocimiento del asunto, porque tan palmario parece, que una policía diligente debería haber estado al cabo de la calle y haber actuado en consecuencia.

Ello no exime al alcalde y a tanta gente como tenía conocimiento de estos hechos, haber puesto más interés en su denuncia y persecución. Que menores de edad se dediquen a estas prácticas no es solo un delito de los ´clientes´, sino un ejercicio intolerable en cualquier sociedad para la que proteger los derechos, máxime si son menores los que necesitan esa protección, es algo más que una bonita declaración de intenciones.

Sería una triste gracia que el hecho de que fueran extranjeros quienes ejercían la prostitución hiciera que mucha gente pensara que el asunto no iba con ellos.