TEtn los días pasados y con motivo de mi participación en un seminario sobre agroturismo en Ciudad Real he tenido la oportunidad de convivir con agricultores, ganaderos y empresarios del mundo rural de varias zonas de Extremadura y también de la vecina comunidad castellano-manchega, y lo que más me ha llamado la atención es el espíritu de continuidad y de futuro que, a pesar de los cambios que se avecinan, trasmiten a quienes ajenos a su trabajo diario, no conciben otra idea que la de las protestas y tractoradas ante consejerías y ministerios.

Si de algo estoy convencido es del enorme potencial del que dispone el medio rural, y está mal que esta afirmación la haga quien directamente come de los programas europeos en torno a esta materia. Sin embargo, cuando uno escucha y conoce de viva voz testimonios de otras maneras de sentir y de producir, de poner por encima de todo el respeto al entorno y a la naturaleza, y además de todo ello generar riqueza, no puede por menos que reflexionar sobre cuáles han de ser los intereses de las políticas agrarias o hacia dónde queremos ir en el futuro.

En el momento en el que se están elaborando las políticas de desarrollo rural y se están revisando los planteamientos estructurales para ciertos cultivos, algunos de ellos hasta hora determinantes en algunas zonas de Extremadura, no podemos olvidar que existe una cultura tradicional y un bagaje ancestral de modos y formas de producir, compatibles con el medio y sustentables en el tiempo, ampliamente contrastados y con posibilidades reales de implantación. El agroturismo es y debe ser una posibilidad para el medio rural, una alternativa a las políticas convergentes de la Unión Europea y una fórmula para combatir los efectos de las mismas.

Ya va siendo hora que nos tomemos en serio esta actividad, nueva en su concepción pero veterana en su implantación. Se hace preciso articular mecanismos de fomento y de apoyo a la agricultura tradicional, especialmente en zonas donde los tractores y los planes de regadío no caben. Es importante conocer que existen muchos ciudadanos y ciudadanas del medio urbano dispuestos a pagar y a mantener estos sistemas, a cambio de conocimiento y saber popular, y sobre todo a vivir en armonía con el medio, con el que debemos ser generosos. Se trata pues de una de las últimas oportunidades con las que esta región puede y debe avanzar hacia la convergencia. felipe.sanchez.barbaextremadura.es

*Técnico en Desarrollo Rural