Acabamos 2009 y las cifras de secuestros conocidos son alarmantes, e intuimos que las que desconocemos añadirían a nuestra preocupación graves desánimos.

Tres españoles --Alicia Gámez, Roque Pascual y Albert Vilalta -- llevan un mes largo retenidos contra su voluntad en la denominada zona segura en las tierras altas del Sáhara, entre el norte de Malí y el sur de Argelia. Los secuestradores, en nombre de cualquiera que sea la organización política a la que se adosan, en nombre de no sé qué Dios clemente y misericordioso , acaban pidiendo dinero envuelto en un discurso justificativo teñido de política. Y no duden de que en el río revuelto meterán mano en la caja todos los que puedan. Bien se han encargado de resaltar el alto cargo de uno de ellos. Hay que decirles muy claramente que no hay Dios ni organización que quiera llamarse política que ampare el secuestro, aunque desgraciadamente nos enfrentemos a él cada vez con más frecuencia.

Salimos del Alakrana como pudimos, dejando en nuestra sociedad, junto a la indiscutible alegría de recuperar a toda una tripulación formada por españoles y extranjeros, un mal sabor de boca. La pobreza y el caos en que vive Somalia no justifican en modo alguno tomarse la justicia reivindicativa por la mano y hacerlo pagar a unos pescadores que se ganan la vida en la mar. Creo que todos hubiéramos deseado el escarmiento de la detención y su posterior condena.

En Colombia, las FARC secuestraron hace unos días a Luis Fernández Cuéllar , gobernador del Caquetá, una región situada al sur del país, próxima a las selvas amazónicas que lindan con Brasil. Es la región en que las FARC tuvieron una amplísima zona de despeje en tiempos de Pastrana.

XLA ORDENx del presidente Uribe de montar una operación candado alrededor de la capital, Florencia, donde se produjo el secuestro, y el lento caminar del enfermo gobernador tuvieron como fatal consecuencia el degüello y abandono del secuestrado. No es la primera vez que sucede con un gobernador. Guillermo Gaviria , muy próximo a una familia catalana, fue también secuestrado y posteriormente asesinado ante la inmediata presencia de una fuerza de rescate. Las FARC deben saber que asesinar a un prisionero es un crimen de lesa humanidad.

La crisis se ha instalado en Colombia. Son muchos los que pregonan que los operativos militares precipitan la suerte de sus allegados e invocan una política de canjes humanitarios. Pero no debemos engañarnos: las FARC han conseguido que se hable de ellas al inicio de la campaña de las presidenciales que se celebrarán en mayo del 2010, a las que Uribe aún no ha decidido si se presenta. Quizá el mensaje vaya dirigido a él, aunque el asesinado sea otro.

En otro frente, los talibanes de Afganistán han publicado precisamente en estos días de Navidad un vídeo en el que aparecía el soldado norteamericano Bowe Robert Bergdahl , prisionero desde el 19 de julio. El mensaje es demoledor y obra de expertos. No solo compara la guerra afgana con la de Vietnam --que aún impacta en la opinión estadounidense--, sino que reproduce imágenes degradantes tomadas en la prisión de Abú Graib, en Bagdad, por unos imbéciles con instintos sádicos que necesitaban un mayor control de sus superiores. Al final, aquellas fotos habrán hecho más daño a los norteamericanos que 100 bombardeos de sus bases. Da lo mismo que sea un cooperante que emplea sus periodos vacacionales para repartir ayuda, un movilizado israelí que no hace más que cumplir con las obligaciones que le señala su país, un norteamericano que contribuye a que los afganos salgan de la Edad Media, un nigeriano a bordo de un pesquero español pescando en el golfo de Adén o un médico francés que estudia cómo paliar la extensión del paludismo en las tierras húmedas del norte de Malí.

Da lo mismo quién sea. Por supuesto, no se enfrentan ni a los estados abiertamente ni a sus sofisticados medios defensivos. Buscan el efecto corrosivo de la crisis interna, el altavoz de los modernos medios de difusión, poner en duda la capacidad política de los gobiernos. Siembran la confusión y el dolor de la incertidumbre, en resumen. Cualquier error de quien ostenta el poder se convertirá en su propio problema. El débil, el de la patera o el de la zodiac, el perseguido, el que dice luchar por unas ideas, por su mar o por su tierra, aunque someta a sus gentes a la más trágica miseria, siempre encontrará comprensión y cobijo en bastantes de nuestras sensibles mentes.

Nada, nada justifica retener a un inocente y someterlo bajo presión física, psicológica y mediática a la prueba de su propia fortaleza y a la de sus deudos.

El secuestro, sea en nombre de quien sea, debe ser proscrito internacionalmente, y perseguido y condenado sin más paliativos por la comunidad internacional.

Si nos descuidamos, todos nosotros seremos víctimas responsables, cómplices necesarios de quienes ven en el secuestro la única posibilidad de defender sus ideas o explicar sus necesidades y pretensiones.