Historiador

Durante buena parte de la semana pasada, Elvas ha sido la capital del fado en Portugal. Y muchos extremeños nos hemos acercado hasta allí para presenciar, en su restaurado y bello teatro, un espectáculo singular: Amalia. La vida y obra de la gran fadista lusitana, muerta hace unos años, que es un mito para los portugueses y para los amantes de la poesía, el sentimiento y el canto profundo que sale de las entrañas del inconsciente colectivo.

Amalia había sido una niña pobre, nacida y criada en medio de las carencias y los dolores de una familia desafortunada de Lisboa. Allí se formó en el sufrimiento y en el canto desgarrado. Y desde allí se proyectó a todo el mundo a lo largo de una carrera llena de dificultades, pero también de éxitos y reconocimiento. Esto no fue obstáculo para que durante la Revolución de los Claveles pasara por ser una colaboracionista del fascismo y se le atacara como tal; pasadas las primeras equivocaciones, volvió a ser la gran señora de la canción y del sentimiento popular, doliente, esperanzado y sublime.

Ahora, cuando tras pasar larguísimos meses en Lisboa, este espectáculo sobre sus avatares y su arte ha llegado a Elvas, el pueblo alentejano ha demostrado su devoción entregándose al sublime acontecimiento. La gira seguirá por otras zonas de Portugal y luego saltará al extranjero. Y en ese salto, Extremadura debería ser un destino prioritario, un destino natural, pues ya desde el mismo Gabinete de Iniciativas Transfronterizas se ha impulsado el amor y el conocimiento del fado, uniéndolo muchas veces a ese pariente cercano que es el flamenco. Ojalá aquí podamos pronto disfrutar de este acontecimiento cultural de primera fila, teniendo con nosotros lo que en todo Portugal ha sido y es un hito de muestra humana y artística sin paliativos.