Resulta preocupante lo poco que se habla en casa de lo que hablan, por ejemplo, las Naciones Unidas. La voz de alarma me parece seria, demasiado seria como para seguir batiendo récords de consumo de cemento y ladrillos. Dentro de una década, el agua será casi como el petróleo, un bien escasísimo y muy caro. Claro que, para entonces, el petróleo será más caro aún, especialmente si resulta cierto lo que en una ocasión me comentó una ministra de Zapatero : nos queda combustible para treinta años. Angustiado por la inoperancia general ante esta perspectiva, consulté a especialistas, que me angustiaron más aún: siempre se ha dicho que nos quedaba petróleo para pocos años, pero luego se descubren nuevos yacimientos, no hay que ser alarmistas.

Comprendo que a nada conduce la alarma gratuita. Pero, si es cierto lo que las Naciones Unidas dicen del calentamiento, la capa de ozono que se nos va al carajo --bueno, la ONU no lo dice así exactamente, pero el significado viene a ser ese--, la desertización de cada vez más amplias zonas del planeta (encima, parece que nos toca algo de refilón), convendría que fuésemos debatiendo qué hay que hacer.

Pero nada: comprendo que es más atractivo hablar de las procesiones con ese Antonio Banderas que dice que la Semana Santa es desglobalizadora (?), pensar en la escapada con el coche --precaución, amigo conductor--, el apartamento en la playa. Le apuesto a usted lo que quiera a que el medioambiente no va a ocupar ni un cuarto de hora en la campaña electoral de nuestros candidatos, porque eso sería tanto como hablar de esas urbanizaciones sin urbanismo, ni urbanidad, ni moralidad, que se levantan, tremendas, desafiando la sequía y la lógica. Y por supuesto que aquí nadie quiere tirar la primera piedra, digo el primer ladrillo, a la hora de la advertencia sobre el futuro, que siempre está demasiado lejos.

¿Pues no vienen ahora estos listos de las Naciones Unidas a preocuparnos y, lo que es peor, a querer hundirnos el negocio? ¿No te fastidia, los tíos? Venga, alegría, que estamos de vacaciones, que corra el champan. Y el agua.

*Periodista