Llega la hora de la verdad para los 1.340 militares españoles que el Gobierno de José María Aznar ha mandado a Diwaniya. Hoy relevarán a las tropas de Estados Unidos en el control de esa zona de la provincia iraquí de Nayaf. Pero sería estúpido dulcificar su situación: ni están en una misión humanitaria ni Diwaniya es un oasis de paz en la cada vez más encrespada posguerra iraquí. La población rechaza al gobernador impuesto por los norteamericanos, se han producido dos revueltas contra él y el clero shií dice que considerará enemigos a quienes le defiendan. Y ésa va ser precisamente la tarea de nuestros compatriotas.

Respaldamos a los soldados españoles, pero reiteramos nuestra discrepancia con esa intervención militar hecha de espaldas a la ONU y como gesto de estricta sumisión al interés norteamericano de que no sean de su nacionalidad las próximas víctimas de la contestación iraquí. La noticia de la sustitución puede ser tranquilizadora para la opinión pública de EEUU, alertada por el hecho de que han muerto más soldados suyos en la posguerra que en la campaña propiamente dicha contra Sadam Husein. Pero es un tema malo y preocupante para nosotros. ¿Cómo puede seguir negándose Aznar a explicar y debatir en el Congreso esa presencia militar?