Periodista

Mi suegra y sus amigas son unas chicas de oro que hacen mucha gimnasia sueca con macizos monitores catalanes y andan todo el día de excursión cultural, hoy a Cantabria, mañana a Toledo, pasado a la ruta de las chimeneas... Mi suegra y sus amigas visten como nunca se atrevieron a vestir cuando eran mocitas y parecen ricas jubiladas francesas o austriacas, de aquéllas que reinaban en el Trieste de entreguerras o en el Biarritz de María Antonieta. Están al día de la política nacional porque no se pierden un telediario y no las supera nadie en conocimiento de la política local porque ven con entusiasmo Localia.

Ante las amigas de mi suegra paso por ser un enteradillo y a veces, cuando vuelven de hacer jogging por el Rodeo, que es como llaman ellas y sus monitores macizos al andar deprisa, me detienen y me piden opinión. El martes, por ejemplo, mientras hacían estiramientos suaves cerca del tanatorio (¡lagarto, lagarto!), me vieron leyendo en un banco del parque y se acercaron sutiles: "¿Qué tal las elecciones: estarás contento con la victoria de Saponi?".

Yo adopté pose de enteradillo, puse voz de analista infalible y dicté sentencias: "Creo que tras estas elecciones se pueden extraer siete consecuencias: Celdrán e Ibarra son las referencias incombustibles del PP y del PSOE; Floriano no sirve, su estilo suave no funciona y ahora, ya lo avisa Celdrán, toca la dureza de Monago y Martín Tamayo; Carmen Heras se consolida y el PSOE cacereño cuenta, por fin, con una líder: su candidatura municipal es la única de las ocho ciudades extremeñas que obtiene más votos que la candidatura a la Asamblea de Ibarra; se confirma que en tiempos de triunfo es mejor no hacer mudanza como se ha demostrado en Navalmoral, Plasencia, San Pedro de Mérida o Coria; Manuel Cañada se estanca, aunque IU sube en los pueblos; con la derrota de Pedro Cañada en su pueblo se acaba el romanticismo político de EU; Angel Calle es el candidato sólido que necesitaba el PSOE en Mérida".

Las amigas de mi suegra me escucharon con educación mientras resoplaban y relajaban sus músculos embutidos en chándales rosa fucsia y verde gusanito, esperaron a que acabara lo que, sin duda, consideraban un rollo patatero, y fueron al grano: "Sí, sí, claro, ¿pero qué nos dices de Saponi?". Les respondí que se había demostrado que era el candidato ideal para Cáceres, que su estilo precavido y florianista para no molestar a casi nadie era una garantía y que la propia Carmen Heras había seguido su estela con una campaña de guante blanco que, a pesar de algunas críticas, le había dado resultado. Las amigas de mi suegra, como siempre, dijeron astutas la última palabra: "Nosotras a esa señora es que no la conocíamos de nada, pero a Saponi sí, y además, no nos ha hecho nada malo. Decían que lo de la guerra... Pero, a ver, que nos lo expliquen, ¿qué tiene que ver Saponi con Irak?". Después, me besaron, me dijeron que me veían muy bueno (lo que en su argot quiere decir muy gordo) y se fueron Rodeo arriba, escapando del tanatorio y haciendo jogging , footing y saponning , todo a la vez.