Entre tanto compromiso principesco, Antonio Gala se despachaba ayer en El Mundo contra el dopaje en la alta competición deportiva: "Si el deporte no es limpio, ¿qué lo será? ¿Qué profesión o qué política? ¿Qué economía o qué otra actividad humana? ¿Tan lejos hemos llegado de los griegos olímpicos? Si la droga anabolizante THG se usa para pasar inadvertida para los observadores, ¿qué orden, qué récords, qué grandezas, qué progresos caben?".

Y Manuel Vicent recordaba en El País aquella época en la que "los hinchas del Athletic de Bilbao se apoderaban de la capital de España" y "los madrileños no podían ocultar cierta admiración al verlos pasar tan engallados de sí mismos, porque en aquel tiempo todos los españoles en el fondo querían ser vascos". Admitía que "aún hoy, en medio del terrorismo que lo ha podrido todo, la relación del español con el pueblo vasco es de amor-odio (...) Bastaría un ligero gesto de entrega por parte de los nacionalistas radicales para que a los españoles se les aflojaran de gusto todos los esfínteres políticos". Y concluía que el Madrid-Athletic de ayer "no tenía sentido como rivalidad deportiva. Los galácticos ya sólo juegan contra la sombra de Narciso que proyectan, pero ese encuentro pudo haber alcanzado toda su emoción patriótica si durante el descanso hubieran salido al medio del campo Aznar e Ibarretxe a competir dándose cabezazos como dos carneros obedientes a su propia ceguera (...) Finalmente han conseguido que el panorama que ya se vislumbra sea el de una guerra civil...".