A lo tonto, casi sin darnos cuenta, se ha pasado todo un año. Ya hace 12 meses que vivimos unas elecciones autonómicas en Extremadura y lo curioso es que seguimos en las mismas: votando de nuevo en apenas 28 días y peleándonos en el nuevo escenario que vivimos de un tiempo a esta parte donde PSOE y PP ya no están solos. Al final, va a tener razón aquel veterano político que decía que los partidos están siempre en campaña pero en este caso con comicios cada seis meses.

Lo cierto es que todo ha cambiado en muy poco tiempo. El nuevo panorama político lo marca la aparición de Podemos y Ciudadanos. Con la muerte del bipardismo después de casi 40 años de democracia, los emergentes dirigen la escena política de este país y, de paso, de esta región, hasta el punto de que ya no se analiza quién puede superar a quién en las urnas, sino quién es capaz con posterioridad de alcanzar un acuerdo e iniciar un programa, el que sea, que tenga recorrido.

En Extremadura todo empezó con un gobierno en minoría del PSOE en mayo del 2015 y una investidura con el apoyo de Podemos en junio, para continuar con una unión de Podemos y el PP tumbándole las cuentas al PSOE en diciembre y acabar en abril con un nuevo Presupuesto pactado en este caso entre el PSOE y el PP con el consiguiente cabreo de Podemos. ¿Alguien lo entiende?

Es verdad que en 12 meses ha dado tiempo a cambiar bastantes cosas y que buena parte de las críticas de Fernández Vara cuando estaba en la oposición las ha ejecutado ahora que ocupa el sillón del Gobierno. Sin embargo, estar atado de pies y manos por parte de Montoro como consecuencia del déficit heredado y no disponer de un presupuesto propio hasta hace apenas un mes, le ha restado capacidad de maniobra, lo que ha sido aprovechado por la oposición para atacarle a capa y espada, sobre todo ahora que como digo llega una nueva contienda electoral y todos quieren empujar hacia Madrid para coger oxígeno en Extremadura. Porque mientras Vara busca asentar su liderazgo en la región tratando de ganar nuevamente las elecciones, Monago espera cualquier tropiezo de éste para coger el impulso que le lleve a unos nuevos comicios autonómicos. No digo nada si logra ganar las elecciones: Resurrección total.

En un año ha dado tiempo a introducir o mejorar cuestiones de carácter social, se han recuperado actuaciones como el transporte escolar y ha mejorado la sanidad valorándose de forma más positiva por parte de la ciudadanía; se ha vuelto a la senda del diálogo social con los sindicatos y la patronal, pero hay déficit importantes como el desempleo, que continúa disparatado; las inversiones del Estado, sobre todo el AVE, que siguen al ralentí como el resto de la inversión pública y determinados asuntos vitales dependientes de la administración regional llevan un retraso importante como consecuencia de lo que se ha tardado en disponer de Presupuestos.

Esta carta de presentación es la que se muestra ante la ciudadanía el 26-J. Sin embargo, se trata de unos comicios generales y aquí juega en demasía el efecto nacional. Rajoy, Sánchez, Iglesias o Rivera son las cuatro opciones sobre las que se va a configurar el voto y mínimamente se tiene en cuenta lo que se está haciendo aquí. Los partidos lo saben, que se trata de unas elecciones donde juega fundamentalmente Madrid, y que poco o casi nada pueden hacer desde casa con el aluvión que llega desde la capital del reino a través de los medios de comunicación. Sin embargo, saben que se la juegan, los unos y los otros, y frente a ello: movilización. Es como quien lucha contra un ciclón a pecho descubierto, sabe que el antojo del aire va a hacer que siga vivo o muera, pero al menos la pelea.