La celebración del Año Dalí en el 2004 servirá para revisar la obra del genial pintor surrealista, pero también para hurgar aún más en una biografía con anécdotas difíciles de superar. En el controvertido personaje se centra Manuel Vicent, quien en El País narra la llegada del pintor a la Residencia de Estudiantes y la más que favorable impresión que causó a García Lorca y Buñuel: "Entre el poeta y el cineasta se estableció una competición sorda para arrebatarse aquella presa, y esta rivalidad amorosa duró hasta la Guerra Civil. Uno de los daños de esta tragedia consiste en haber acabado con este triángulo, el más excitante de nuestra cultura. El poeta fue fusilado, el cineasta aventado al exilio y el pintor aún corrió peor suerte, porque el destino le obligó de por vida a hacer el payaso".

En La Razón, Joaquín Marco pone el acento en la reincidente parcialidad que ha rodeado al estudio de su vida y su obra, algo difícil de reparar: "Giménez-Frontín escribía que la apertura de las jornadas dalinianas que se inauguraron en Barcelona permitía advertir cierta normalización del análisis de Dalí y de su obra con objetividad. Pero me temo que ese deseo no ha llegado a cumplirse (...) La animadversión contra el personaje se mantiene en ciertos sectores".

Y justifica tal afirmación con una prueba contundente: "La gran antológica del pintor ampurdanés no se exhibirá ni en el Moma ni en el Georges Pompidou (...) Pese a su llamativo exhibicionismo, su importancia en el panorama de la pintura del siglo XX no puede equipararse a la de Picasso". O quizá por ello.