WHw ace un año que la quiebra de Lehman Brothers, una de las grandes joyas de los desaparecidos bancos de inversión norteamericanos, provocó un pánico financiero y un colapso crediticio tan fuerte que hizo temer la caída del mundo en una gran depresión como la de 1929, con sus graves consecuencias sociales.

No ha sido así, pero el peligro no está del todo conjurado y es quizás incluso conveniente que el crecimiento no vuelva a ser desbocado y vayamos hacia otro más sostenible. ¿Por qué el pánico de septiembre pasado no generó otro 1929? Primero, porque desde entonces --aunque a algunos no les guste-- el mundo ha aprendido que la economía de mercado es el sistema más eficaz para crear riqueza, pero precisa la acción correctora del Estado. La cobertura social (pensiones, seguro de paro, etcétera) no existían en 1929. Y son estabilizadores automáticos que aguantan el consumo e impiden que la recesión se retroalimente.

Y la respuesta a la crisis ha recaído, entre otros, en el presidente de la Reserva Federal norteamericana, Ben Bernanke, un republicano pragmático que estudió precisamente la crisis del 29. Y cuando entrevió la catástrofe, Bernanke impulsó que Estados Unidos --con un nuevo presidente-- adoptara las medidas adecuadas, contrarias al ultraliberalismo e inspiradas en Keynes. Bajando los tipos de interés a 0% (1% en Europa) para evitar el desplome. Luego, interviniendo y regulando más los bancos (el Estado es hoy propietario parcial de parte de la banca norteamericana). E inyectando fondos en la economía a través del déficit público, insostenible a largo plazo, pero conveniente ante la recesión. Así, el déficit de Estados Unidos llegará este año al 12% del PIB.

En Europa, la reacción, similar, ha sido más lenta. España creció, antes, más que otros países, pero con fuerte endeudamiento y con gran peso de la construcción. Aquí, la crisis está teniendo un alto coste en empleo, exige un cambio de modelo productivo y puede que sea más larga, pese a que la OCDE haya incluido por primera vez a la economía española entre las que presentan "fuertes signos de recuperación".

Un año después, el mundo parece haber evitado otra gran depresión. Y ello es fantástico para el bienestar social y la estabilidad política. Pero los pueblos que actúen con inteligencia serán los que mejor se adapten a una situación nueva en la que hay todavía interrogantes.