Sociólogo

Hace un año se publicó la ley extremeña de Ocio y Convivencia. Pero el botellón no se ha terminado, únicamente se ha trasladado de lugar: del centro de Cáceres al ferial. Ya no se molesta al vecindario y cualquiera puede ir por la plaza Mayor sin tropezarse con la basura ni oler los orines de la noche anterior. Todo ello es positivo y fruto de la citada ley. Por otro lado, el tener que coger el coche o el autobús para salir de la ciudad y el frío de las noches de invierno, hace que muchos jóvenes se decidan por otros lugares para pasar la noche bebiendo con sus amigos. También parece que los menores tienen ahora más difícil la compra y el consumo de alcohol. Sin embargo, no despreciando estos aspectos positivos, la cuestión de fondo sigue ahí y provoca no pocos interrogantes: ¿Por qué en nuestra cultura la fiesta y el pasarlo bien suelen ir siempre unidos al consumo de alcohol? ¿Podríamos educar y educarnos en el establecimiento de relaciones sociales que nos satisfagan y enriquezcan sin recurrir a ninguna sustancia estimulante? y, por otro lado, ¿existen suficientes y adecuados espacios donde los jóvenes puedan reunirse y relacionarse por la noche sin consumir ningún tipo de droga?

Supongo que muchos de los que han sido socializados en el botellón difícilmente van a sustituirlo por otras alternativas. Pero otra cosa distinta puede darse en las generaciones venideras, con las cuales los agentes sociales, incluidas las propias organizaciones juveniles, deberíamos plantearnos seriamente todo lo referido a la educación en el tiempo libre y la educación en valores.