Hace dos años, Arnaldo Otegi proclamó en Anoeta que Batasuna hacía una apuesta exclusiva por las "vías políticas y democráticas" y mostró su "total disposición" para iniciar un proceso, "reconociendo previamente que nadie tiene la verdad absoluta y que si se ha de construir un acuerdo que sea de todos, todas las partes habremos de hacer concesiones". Desde entonces han pasado muchas cosas, dos de ellas sustanciales: la tregua permanente de ETA y la declaración del Congreso en apoyo del Gobierno para emprender un diálogo con la banda terrorista en ausencia de violencia. Lo que no ha pasado, de momento, es que las palabras de Otegi se hayan materializado en acciones concretas, desmarcándose definitivamente de ETA y de aquellos que siguen ejerciendo la violencia en las calles del País Vasco. Y ocasiones no le han faltado.

Las amables cartas de extorsión de ETA a empresarios vascos, el robo de pistolas, la aparición de encapuchados armados esgrimiendo la sangre como amenaza política, los comunicados de la banda y los episodios de kale borroka que estuvieron a punto de terminar en matanza este fin de semana, han sido ocasiones propicias que le han puesto en bandeja a Otegi para reivindicar el espíritu de Anoeta frente a quienes se resisten a enterrar la violencia. Y Otegi no se ha atrevido a levantar su voz contra ellas. El líder de Batasuna está empeñado en explicar que la pelota está en el tejado de la otra parte y en presentar a los agresores como víctimas de un estado represor, cuando sabe perfectamente que la pelota está en su tejado y que la presión que ejerce ETA sobre el proceso tiene doble destinatario: el Gobierno y él mismo, al que la banda terrorista le marca el camino una y otra vez sin que sea capaz de sacudirse la presión e imponer la línea marcada en Anoeta.

XES EVIDENTEx que el proceso para poner fin a más de cuarenta años de violencia terrorista está viviendo un momento crítico. El Gobierno recuerda una y otra vez la hoja de ruta: primero la paz, después la política. La respuesta de los violentos deja patente que el Estado no está haciendo concesiones, ni está tomando atajos, ni se está arrodillando para amansar a la fiera, por mucho que el principal partido de la oposición se empeñe en mantener este discurso.

Se nos ha dicho hasta la saciedad que el proceso será largo, duro y difícil . Y cabe la posibilidad de que sea un camino sin salida. Lo que me cuesta creer es que, en el peor de los casos, la ciudadanía pase factura a quien noblemente lo haya intentado. No ocurrió con las conversaciones emprendidas por el gobierno de José María Aznar , que revalidó su mandato con mayoría absoluta a pesar de que el diálogo se frustrase y ETA volviera a matar. Creo más bien que en esa circunstancia indeseable los que tendrán que responder ante los ciudadanos son quienes tanto empeño ponen en sembrar de piedras el camino.

*Periodista