Todo apunta que la convocatoria de huelga feminista de hoy va a ser un éxito. Lo ha sido ya por el debate social y el grado de movilización que ha provocado. España va sentir hoy el clamor de las mujeres, tantas veces acalladas, marginadas, menospreciadas y asesinadas por el hecho de ser mujeres. El éxito de esta huelga se basa en que le sobran razones. En pleno siglo XXI, hay hombres que aún se sienten dueños de sus mujeres hasta el punto de matarlas porque no las perciben como congéneres. Pero esa misma cultura masculina y machista tiene otros muchos efectos. Hombres que se sienten legitimados para discriminar a las mujeres: les impiden que estudien cuando son sus padres, les libran las tareas domésticas cuando son sus esposos, les privan de promocionarlas o de pagarles un salario justo cuando sus jefes las tratan como objetos cuando son sus amantes rozando la pura y dura violación. Este 8-M, las mujeres han dicho basta y eso va a tener consecuencias porque ni las empresas, ni las familias ni las organizaciones son viables sin ellas, y menospreciarlas es un suicidio colectivo y un derroche moral y económico. El panorama antes del 8-M es nítido: esta es una huelga con causa y justa.

¿Qué tiene que pasar después del 8-M? La principal responsabilidad es de los hombres. Hasta que no entiendan que han de erradicar el machismo de sus comportamientos, no habrá solución. Los hombres deben entender que la causa de las mujeres no es de género sino de la humanidad. El machismo es un violación sistemática de los derechos humanos, porque sin mujeres no hay humanidad posible. Antes de matar, de discriminar, de explotar, de violar, de menospreciar a una mujer, todo ser humano tiene que entender que está degradándose y degradando al conjunto. Eso no solo quiere decir cambiar ciertas prácticas sino acabar con la impunidad, con ese silencio cómplice que ampara el maltrato, que esconde la brecha salarial, que sonríe ante el menosprecio. Eso debe ser erradicado con este 8-M grabado en la memoria.

Si las mujeres se movilizan, si los hombres dan el paso, entonces los poderes públicos no podrán seguir eludiendo su responsabilidad. Basta de leyes injustas, de códigos ineficaces, de subterfugios, de excusas, de debates competenciales, de falsos liberalismos. La principal consecuencia de este 8-M es que un presidente del Gobierno como Rajoy, demócrata, pueda decir que «no es momento de meterse en estas cosas» cuando le pregunten si piensa impulsar una ley que acabe con la brecha salarial de las mujeres. La huelga de hoy es una respuesta clara, contundente y rotunda a estas desidias. Un abandono que se expresa en los recortes presupuestarios en las acciones contra la violencia de género, en la falta de mecanismos de inspección y control laboral o en la dejación de responsabilidades de las administraciones. La lucha por la paridad y la igualdad debe ir fuera de la perspectiva ideológica.

La asunción de esta lucha por parte de los poderes públicos debe alertarnos. Es lacerante el incremento de actitudes machistas entre los jóvenes. Los padres y las escuelas están fallando y deben rectificar. Como los medios de comunicación y otros creadores de opinión. Algunos escritos publicados ayer en la prensa española sobre esta huelga son inadmisibles. La libertad de expresión jamás puede amparar el menosprecio por los seres humanos, mujeres y hombres.