WEwn un país que ha sufrido tanto la barbarie terrorista, ayer superamos todos los límites del horror con una carnicería tan infame que marcará un antes y un después en la historia de España. Con todo, ahora es momento sobre todo para el duelo, para la solidaridad, para compartir el inmenso dolor de las víctimas directas y para sentir como propias sus heridas del cuerpo y el alma.

También es el momento de expresar nuestro deseo de unidad contra los agresores terroristas, sean los que sean. El Gobierno maneja como hipótesis más fiable que la banda terrorista ETA es responsable de la matanza masiva, pero el propio ministro del Interior, Angel Acebes abrió anoche oficialmente la puerta a otra posibilidad: el terrorismo islámico y, en concreto, la organización que atentó contra las Torres Gemelas, Al Qaeda. Esta segunda autoría cobró mucha más credibilidad cuando esta organización se atribuyó el atentado en un mensaje a un diario árabe de Londres. Por otra parte, desde HB se condenó el atentado como nunca se ha condenado a ninguna actuación de ETA y se negó la participación de los terroristas vascos en la masacre.

Urge aclarar la verdad. Su esclarecimiento no aliviará ni un milímetro el dolor de los españoles, pero los ciudadanos tienen derecho a saber a ciencia cierta si se enfrentan a un nuevo enemigo terrorista. Nada justifica nunca, en ninguna medida, un crimen, y menos todavía una masacre como la de ayer en Madrid. Pero un país adulto merece saber si la locura procede esta vez de nuestros asesinos habituales, si tiene relación con la guerra de Irak o si hay un vínculo entre Al Qaeda y los etarras, como barajaba a título de posibilidad a última hora nuestro Gobierno.

En cualquier caso, sean quienes sean los criminales que actuaron ayer en Madrid, ha llegado el momento de que nuestros representantes políticos se sienten, y esta vez de verdad, sin dilaciones, para reagruparse en esta materia. Tras unos años en que la división y el partidismo han marcado la lucha antiterrorista, hay que recomponer la solidez que solamente puede proporcionar una postura colectiva de todos.

Porque vale la pena decir que los pactos que se gestan sin buscar de entrada la integración de absolutamente todos los que están contra cualquier tipo de violencia están bien, pero acaban por quedar cortos. Y que el quijotismo negociador respecto a los asesinos se ha demostrado que no sirve para disuadirles de nada. Y que la utilización del terrorismo para demonizar directa o indirectamente a otras fuerzas y obtener ventajas electorales, no sólo está mal sino que además crea fracturas innecesarias. Por todo ello, insistimos, resulta totalmente imprescindible volver a empezar y que nunca, nunca, nunca más el terrorismo abra aquí brechas entre los demócratas.