Antoni Tàpies (Barcelona, 13-12-1923) agradece los galardones y honores que recibe pero, como dijo ayer en el Museo del Prado de Madrid con motivo de que el Príncipe de Asturias le entregara el Premio Velázquez de Artes Plásticas, le "resbalan un poco" porque todo su interés estriba en poder volver a su estudio y "hacer algo que interese a los demás". Es una actitud que le retrata como artista que quiere aprovechar al máximo la creatividad que empezó a mostrar hace casi 60 años y en la que siempre se ha movido en los cerca de 80 que ya tiene.

Premios y distinciones, exposiciones en museos y universidades del más gran prestigio, doctorados honoris causa, Medalla de Oro de la Generalitat de Cataluña y el reconocimiento mundial respecto a que se trata de uno de los máximos pintores en la historia del arte contemporáneo son para Tàpies acicate para seguir interesado en expresar en profundidad y con rigor en la forma artística la autenticidad del hombre cuando aspira a la felicidad individual y colectiva en medio de sus comunes flaquezas. A Tàpies le indigna la injusticia y usa materias primitivas para que crezca el espíritu. Por ello puede sentirse cercano a artistas plásticos, poetas, filósofos que han creído en el progreso de la mente y reacciona contra todo inmovilismo. Un hombre auténtico en todo lo que realiza.