El cardenal Antonio María Rouco exhibe a veces una sensibilidad hacia el prójimo extraña para un cristiano. Lo último que ha dicho es que la apertura de las fosas de víctimas de la guerra civil "daña la concordia social". De un hombre de iglesia como él cabría haber esperado capacidad para ponerse en el lugar de quienes tienen familiares enterrados en las cunetas.