Me llamo Nuria, tengo 22 años, peso 55 kilos y proclamo con orgullo que hace cinco años que salí del oscuro túnel de la anorexia: llegué a pesar 37 kilos con 15 años y mi corazón iba a 39 pulsaciones por minuto. A pesar de ello, me veía desmesuradamente obesa. Ahora miro hacia atrás y veo el error cometido; pero no por ello he decidido olvidar ni hacer como si nunca hubiera sucedido: pasó, forma parte de mí y, como tampoco lo es un resfriado, no constituye ningún secreto. En mi opinión, la Asociación Italiana de Problemas de la Alimentación y Fabiola de Clercq (presidenta de la Asociación para el Estudio y la Investigación sobre la Anorexia) van equivocados al condenar la publicidad de Oliviero Toscani: rechazar esta fotografía equivale a negar la realidad oculta detrás de ella, realidad que, por desgracia, todos sabemos que no dejará de existir hasta que no cambien los cánones de belleza vigentes en nuestro ámbito social. La anorexia es, hoy, algo tan cierto como lo son las guerras, los atentados y los forofos del fútbol. ¿Por qué no utilizar, pues, la imagen de Isabelle Caro en tanto que sacudida social, equivalente a las multitudinarias manifestaciones que tuvieron lugar en el 2003 en distintas ciudades españolas en señal de protesta por la decisión de Gobierno de entonces de tomar parte en la guerra de Irak? ¿Por qué no usar la polémica foto de la modelo como centro de una campaña publicitaria si, a nuestro alrededor, hay más isabellas caro que davids beckham? Cerrar los ojos no hace que el problema desaparezca: hacen falta personas como Toscani que nos obliguen a mantenerlos abiertos, incluso en los peores momentos.

Nuria Montclús **

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