Mil gracias sean dadas a los dioses por el recién creado pabellón postal, en nuestra capital autonómica. Cuentan las malas lenguas que, de esta manera, se suscitan rivalidades con otras ciudades extremeñas y se enredan y se zancadillean los tráficos postales.

¡Y puede que tengan razón! Porque, señores, desde la puesta en funcionamiento de tal pabellón (lo que acaeció, más o menos, a mediados del pasado mes de junio), estamos pagando el pato una serie de pueblos del septentrión extremeño. Después de habernos tenido un montón de días sin correspondencia postal, el asunto sigue coleando, ya que revistas, periódicos y otras informaciones o te llegan tarde o no te llegan nunca.

Tal vez esto sea cosa común en países bananeros, pero que ocurra en un país que presume de pertenecer a la Unión Europea, es todo un sarcasmo. Así, los pobres carteros rurales, que no tienen culpa ninguna en tales desaguisados, están que no se tienen de pie por el peso de las broncas y de las sacas que, a docenas, comienzan a caérseles encima. ¡De pena! FELIX BARROSO GUTIERREZ. Santibáñez el Bajo