Por más buena voluntad que se ponga, es muy difícil entender al PP. Un día, el señor Aznar afirma: "En este partido, el PP, no hay ni una sola persona que quiera la guerra". Pero, 24 horas después, ni un solo diputado popular apoya en el Congreso la moción contraria al ataque contra Irak. ¿Se puede ser pacifista un día y belicoso al siguiente? En algunos partidos todo puede ocurrir.

Debe de ser que impera el caudillismo en el PP. El jefe siempre tiene razón. El caudillo pregunta: "¿Queréis que haya guerra?" Y todos contestan mansamente: "¡Nooo!". Pero, casi a continuación, se interroga en voz alta: "¿Estáis de acuerdo conmigo en que nos hemos de oponer a los partidarios de que no haya conflicto?" Y todos responden con sumisión: "¡Sííí!". Se podría decir que es la autoridad que tiene el pastor con sus ovejas. Van dócilmente por dónde él quiere y, por si alguna se desmanda, está el perrito que la devuelva al redil: bua, bua... Aunque es justo decir que los valiosos servicios del can no han hecho falta en el PP, porque no habido ovejas descarriadas. Bee...

Hay cosas de la política que uno no entiende. Se pregunta de qué sirven los currículos de méritos académicos y profesionales si lo único que se exige es docilidad y lealtad al jefe, condiciones personales sobre las que no se expiden certificados. Uno diría, incluso, que la inteligencia puede ser un estorbo en los cargos medios de la política. Lo único que se les pide es el voto de obediencia.

Pero a veces se pasan en su sumisión. En el Congreso votaron lo que les pedía el jefe y con ello bastaba. No hacía falta que al saberse el resultado aplaudieran la próxima caída de los misiles.