WAw partir de hoy, los vendedores de electrodomésticos --desde una máquina de afeitar hasta una nevera o una pantalla de ordenador-- pueden incluir en la factura de venta un recargo a cuenta del reciclaje del aparato cuando deje de ser útil. Es un paso más en la larga campaña de sensibilización pública sobre el destino final de los residuos que generan los hogares. Pero la entrada en vigor de la nueva medida ha sido de la peor manera: en pleno verano y sin tener claros aún los criterios con que se va a aplicar.

Tanto los fabricantes y distribuidores de los aparatos eléctricos como los usuarios deben quedar implicados en el reciclaje, como sucede en todas las actividades que generan residuos. En este caso, es evidente que el sobrecoste que supone a las empresas asegurar este nuevo servicio, que incluye la recogida, el traslado y el tratamiento en las estaciones adecuadas, iba a ser trasladado a los consumidores de una forma u otra.

Que se haga de forma clara, con un recargo explícito, debería aportar transparencia al proceso. Pero es una lástima que una medida idónea para avanzar en la cultura del reciclaje entre en vigor sin ningún esfuerzo público para difundirla.