Uno de los mayores imperativos a los que están sometidos los Sistemas Educativos desde sus primeras andaduras en las sociedades modernas del siglo pasado, consiste netamente en la adaptación continua a los cambios y renovaciones aceleradas que nuestra comunidad hipertecnologizada ha ido pergeñando en el tiempo a través de los sistemas informáticos y de la comunicación. Este imperativo social ha desarrollado enormemente las escuelas y sus modos de enseñar, pero a la par, también va a determinar en el futuro una escuela sofisticadamente tecnológica que a la misma ciencia prospectiva le será bastante difícil definir. Esta adaptación permanente de los Sistemas Educativos (SSEE) a la sociedad se puede representar con el símil del perro lebrel que siempre ha de correr detrás de la liebre imitando sus mismos quiebros. A mi entender, en esta carrera de fondo, el gran problema que ha tenido, tiene y tendrá la enseñanza dentro de los Sistemas Educativos, radica paradójicamente en dos palabras que en un primer momento nos pueden parecer incluso sinónimas: estudiar/aprender; pero que enlazan de algún modo con la tesis del can lebrel citada arriba. Me explico. En el imaginario social se tiene la certeza de que el que estudia de alguna manera realiza una acción de aprendizaje (automotivado), pero resulta que la realidad lo niega y la mayoría de las veces se estudia para aprobar. Es decir, aprender ha sido sustituido de modo masivo por el verbo aprobar (exámenes). La pregunta a formular es ¿por qué? Pues de modo muy acertado la respuesta se halla en las estructuras competitivas y en los mecanismos pedagógicos Tyleristas basados en los logros (outputs) que vertebran nuestros SSEE. El nuevo ¿por qué? de esta confirmación. Pues porque el sistema económico y socio-político imperante mantiene unas estructuras similares, y como bien sabemos ya, la educación formal-normativa es un apéndice de la estructuras de los Estados, además de un sostén de legitimación de éstos. Esta legitimación del verbo aprobar en la que ha incurrido la enseñanza formal ha contribuido fehaciente y sistemáticamente a que una mayoría de educandos solo estudie para aprobar el curso escolar de cada año, pero no estudia para aprender u obtener conocimientos ligados a la comprensión crítica de su entorno y mundo vital (cultura).

XESTA SITUACIONx del aprender por el aprobar es la prueba explicativa del desacople efectuado entre los Sistemas Educativos y la sociedad en los que se insertan y actúan; y de por qué la escuela siempre será el galgo o lebrel que en muchas ocasiones será despreciado y vilipendiado por no ser capaz de alcanzar su objetivo. Cuando en las escuelas y universidades nos enseñan casi en exclusiva a aprobar exámenes de conocimiento que a la hora posterior hemos olvidado, en vez de enseñarnos a aprender para aprender, se está desvirtuando la esencia de la educación y minusvalorando la capacidad de aprendizaje de los estudiantes. Y mientras la sociedad aprende y avanza, el Sistema Educativo se empeña en involucionar con sus test y estrategias de medición para aprobar.

Tengo que estudiar para aprobar esta es la frase común que se oye en cualquier escuela, instituto o universidad y dicha por cualquier estudiante de edad, raza, sexo y segmento social diferente. Jamás he oído la frase tengo que estudiar para aprender . La diferencia semántica entre estas dos frases resume y concluye afinadamente la quiebra filosófica de los Sistemas Educativos por desentrañar y transferir el conocimiento a los pupilos. Multitud de muchachos egresados de la Universidad, incluyéndome a mí mismo, no han tenido otro oficio en sus centros académicos que el de recoger información para más tarde volcarla en el papel de forma memorística, sin mínimamente antes, haber analizado y reflexionado sobre aquella información. Todo se trata de superar los elementos evaluativos de referencia o criterios de evaluación, para obtener al final de un ciclo académico un título, que aunque vacío de contenido, supuestamente te habilitará para ingresar en el mercado de trabajo.

De algún modo, la actual crisis económica se derivó esencialmente de una crisis axiológica o de valores. Todas las tropelías financieras e inmobiliarias que eclosionaron al comienzo de la crisis no son más que la consecuencia irresponsable de la reversión educativa del aprobar por el aprender que durante décadas hemos ido asimilando los ciudadanos por medio de las instituciones educativas y sociales. O sea, aquí todos queríamos aprobar, superar, ganar, competir- pero nadie quiso aprender , virtud ésta, esencial de la educación.