TLta coherencia es una virtud cuya práctica se hace difícil, costosa, cuesta arriba. De ahí que muchas veces se peroree sobre una cosa, pero al volver la espalda aprovechemos para uso propio lo que en el acaloramiento dialéctico se acaba de rechazar.

Así, no es malo que uno, en coherencia con sus principios, esté en contra, pongamos, del divorcio o del aborto. Y que cuando en un país haya cierta liberalización sobre esto, permisividad e incluso se facilite, se oponga contundentemente; no ya que rechace realizarlo por su cuenta, sino incluso que no admita el que otros hagan uso de su libertad para actuar de modo diferente.

Lo malo es cuando, a pesar de la negativa dialéctica e incluso física, con manifestaciones, desgarro de vestiduras, lamentos, recogidas de firmas y llamadas a todo lo humano y lo divino, al legalizarse lo demonizado, aprovechan que el Pisuerga pasa por Valladolid para bañarse. Es decir, que corran a los juzgados y a las clínicas para participar de lo que combatían.

Ahora estamos en pleno fragor de la batalla, con nuevas pataletas, como puede ser el tema de la eutanasia. ¿Otra vez más, llegado el caso, se aprovecharán los jeremíacos de ahora con jacarandosa actitud en el futuro?

Las actitudes consecuentes con ideas, principios, morales, religiones, etcétera, que muestran muchas personas de boquilla, deberían tener su plasmación en lo que luego (y algunos incluso ahora) hacen y hagan, sin mostrar ese cinismo de que tantas veces hacen gala.

*Historiador y portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Badajoz