La nueva secretaria general del partido regionalista Extremeños PREx-CREx, Lorena Rodríguez, ha invitado al presidente regional, Guillermo Fernández Vara, a «ser valiente e iniciar un referéndum sobre la soberanía extremeña». La razón: la desigualdad existente entre las inversiones estatales en Extremadura y Cataluña. Evidentemente se trata de una llamada de atención, un aldabonazo que pretende atraer el foco mediático hacía una determinada cuestión. En esta tierra no hay sesgo nacionalista, ni mucho menos independentista, y uno de los signos evidentes del extremeñismo es su españolismo. Sin embargo, no deja de ser preocupante que el antiguo dicho de que «quien no llora, no mama» haya cobrado esta semana un cariz relevante y más que descarado, el cual pone de manifiesto lo importantes que son algunos para el Gobierno de Madrid o lo insignificantes que somos otros.

El anuncio de Mariano Rajoy esta semana en Barcelona sobre las inversiones en infraestructuras en Cataluña pone los nervios de punta al más pusilánime de los extremeños. El presidente español, en un encuentro de empresarios montado en menos de una semana, ha puesto encima de la mesa 4.200 millones de euros de gasto en infraestructuras con una fecha tope de desarrollo: antes de que concluya el año 2020.

Son 1.882 millones en cercanías de Renfe, 240 millones en el aeropuerto del Prat, 650 millones en carreteras, 285 millones en la lanzadera de la estación de Sant hasta el aeropuerto y, lo principal, la finalización del corredor Mediterráneo de mercancías, cuyo tramo catalán estará listo y en funcionamiento en la primavera del último año de la legislatura. Habrá que decir a todo esto, por si alguien lo ha olvidado, que Cataluña ya cuenta con AVE hasta Madrid y la interconexión de sus capitales de provincia, presenta una red de carreteras y ferrocarriles regionales de primer orden y en su corredor de mercancías del Mediterráneo ya se han invertido del orden de 13.500 millones de euros.

En Extremadura, por contra, desde 2003 para acá, es decir, en los últimos 14 años, se han invertido 1.200 millones de euros en ferrocarril y tenemos comprometido ahora un tren de altas prestaciones (TAP), que no AVE, para el año 2019 pero solo entre las cuatro grandes ciudades extremeñas. Hasta Madrid deberemos esperar. Tenemos el único corredor ferroviario de mercancías sin fecha de finalización comprometido y para 2017 el ministro Íñigo de la Serna ha asegurado una inversión de 185 millones de euros pero de verdad, dice, que hasta ahora a veces se comprometía, pero solo sobre el papel.

Decía Pío Baroja que «el carlismo se cura leyendo y el nacionalismo, viajando». Habrá que añadir que, al parecer, Rajoy y el resto de su Gobierno piensan que el mal del independentismo se trata en este caso con dinero. Porque nuestro presidente ha pedido al empresariado catalán a cambio de sus inversiones «ayuda» para «ganar la batalla de la moderación». Para él, «es tiempo de sellar grietas, reconstruir puentes y mirar hacia adelante» frente a «algunos que pretenden desconectarse no sólo del futuro, sino de la realidad española y europea».

En Extremadura entendemos que el Gobierno de España está para todos los territorios, para gobernar en definitiva, pero como en todas las casas siempre hay hijos más o menos preferidos y ayudar al díscolo creando agravios al resto no es el camino. En una España que cada vez se parece menos a un país y más a un conjunto de territorios que están juntos hasta que se acaben las perras, estirar la manta para un lado puede conllevar que el resto se destape y pase demasiado frío. De ahí que quizás sea mejor, como dicen los regionalistas extremeños, empezar a mirarnos el ombligo e ir por libres, a ver si así nos hacen caso y nos ponemos a la par.

El victimismo extremeño, el Madrid nos olvida, difiere con creces del victimismo catalán. Aquí supone un cierto conformismo, una somera resignación, una tranquilidad para los políticos regionales que ven que la tarea no depende de ellos. Allí es la gasolina que mueve a toda una sociedad, la bocina cuyo sonido llega hasta Madrid. Así que lejos de quejarse, más actuar. Y lejos de criticar a los catalanes, habrá que aprender. Porque lo cierto es que si los ricos cada vez tienen más herramientas, serán cada vez más ricos, y los pobres, sin poder usarlas o usándolas cada vez más tarde, jamás alcanzaremos el tren de la modernidad. Así de simple, así de triste.