629 migrantes a la deriva, nadie les quiere recibir, nadie quiere tenerles en sus casas, a nadie le importa si tienen comida, si están enfermos, si son niños o si están embarazadas, ¡qué importa! son pobres y molestan en todas partes, cuestan dinero, puede ser que a otros pobres se les ocurra ir a donde estén ellos: los pobres llaman a los pobres.

¿No os resulta horrible leer algo así? ¿Es ético pensar así? ¿Es humano tener ese sentimiento?

Sinceramente creo que no, pero lo cierto es que ante un barco con 629 personas los gobiernos de Italia y Malta se han atrevido a cerrarles las puertas de su país, no serían bien recibidos allí.

Supongo que les darán argumentos a la ciudadanía de sus países para que puedan comprender un comportamiento tan ajeno a la humanidad, a ayudar al más débil, al que nada tiene, al que huye para sobrevivir, al que lleva consigo a su familia en busca de mundo mejor donde crezcan.

Supongo que sus ciudadanas y ciudadanos sentirán como propia la vergüenza del egoísmo que ciega o el rubor de saber que no están obrando como corresponde.

Supongo, como supongo que el resto de países europeos son conocedores de que esto no es un problema de Italia, Malta o España, que es un problema que compete al conjunto de la Unión Europea y hace más que necesario, imprescindible, que exista una política común europea que ofrezca una respuesta seria ante estos acontecimientos.

No resulta riguroso que un país europeo se niegue sin más a cumplir convenios internacionales en favor de la vida, ¿el resto de países no tienen nada que decir al respecto?

El gobierno español, el Presidente del Gobierno Pedro Sánchez, contestó rápido a la llamada de auxilio, ofreció el puerto de Valencia y este fin de semana les recibirá.

España, la ciudadanía en su conjunto, les atenderemos, porque este país es generoso y acogedor, porque sabe que las fronteras no son incompatibles con los derechos humanos, porque nuestra constitución lo ampara y somos cumplidores con los tratados internacionales.

No podemos permanecer inmóviles ante el sufrimiento, nunca, sería un mundo insoportable, inhabitable.

Me sentí orgullosa al ver a las españolas y españoles aplaudiendo esta acción, es una muestra más lo grande que es esta nación.