Tengo grabada en la memoria, desde hace tiempo, la imagen de un joven con barba que salta vestido desde una lancha, en la que hay más personas, al mar frío y encrespado, y nada unos metros para salvar una cría de somormujo, --o un frailecillo-- y regresa al barco mientras una voz en off narra el suceso. Hay a quien pueda parecerle una ridiculez, pocos harían algo parecido. Como pocos y ridículos parecían aquellos que se manifestaban contra Valdecaballeros y se prendían chapas con un sol sonriente y rojo sobre fondo amarillo, los que se descolgaban de edificios y petroleros para extender sus pancartas reivindicativas, quienes arriesgaban su vida embistiendo con sus zodiacs los grandes balleneros, o asistían a charlas, excursiones, denuncias, actos de protesta, acampadas... hombres y mujeres, jóvenes y niños, apellidos como Hernández, Blanco, Garzón , y tantos otros, quienes, bajo unas u otras siglas, se organizaban para defender la naturaleza en Extremadura.

De esto no hace mucho, y recuerdo la incredulidad, e incluso el rechazo que despertaban entonces acciones y pensamientos de los ecologistas.

XPERO EL TIEMPOx, ese gran escultor, nos trae ahora un paisaje distinto, y mejor. Aquel sol de Nucleares no, gracias , es el mismo que ahora alimenta las placas sembradas a lo largo y ancho de nuestra tierra. Vuelve a haber molinos de viento en nuestras colinas. Las aguas, el vidrio, el papel, las pilas, se reutilizan. Proliferan zonas especiales de protección, Monfragüe es Parque Nacional. Y detrás de él, confiemos, vendrán muchos otros. Antes de emprender cualquier obra pública hay que evaluar su impacto ambiental. La caza y la pesca están reguladas. Y hoy en día, la ecología vende, está de moda. Ahora sí es negocio vender coches híbridos, producir energías limpias, y las empresas se esfuerzan en aparentar un compromiso más o menos firme con el medio que nos rodea. Y las escuelas de nuestra región se impregnan de esos valores que comenzaron a difundir pioneros como los maestros del Grupo Escuela Medio, surgidos de las Escuelas de Verano de aquellos años de ímpetus y claroscuros.

Términos como calentamiento global, respeto por el entorno, sostenibilidad, o reciclaje, tan comunes hoy en día, eran tomados, bien a la ligera, bien como una especie de locura transitoria, de merma en las facultades. Aquellos jóvenes no sabían lo que decían, eran una especie de visionarios extremistas cuyas voces no tardarían en extinguirse.

No ha sido así, aunque su legado, aún hoy en día, dista de ser reconocido; quizás porque sea difícil de cuantificar, como todo lo que tiene que ver con el futuro. Aquellas ideas y actitudes han sido determinantes para Extremadura, han generado riqueza, una riqueza más allá de lo tangible y prosperidad para la mayoría. Los hijos de nuestros hijos podrán mostrar con orgullo a quienes nos visiten los parajes naturales de Extremadura, y no refinerías, parque empresariales o centrales, sean del tipo que sean.

Y los políticos también parecen haberse dado cuenta, tarde como siempre, de que conservar el medio ambiente resulta rentable a cualquier precio; empeñados en su peculiar cruzada de vender proyectos como olimpiadas, exposiciones, sociedades, centenarios, capitalidades culturales, etcétera, no han tenido en cuenta que en nuestro pequeño gran país del suroeste, lo que tenemos es medio ambiente. Y no mucho más. Aunque es obvio que en el merchandising político no tendrán cabida slogans como Río Guadiana Transparente 2020 ,o campañas como Desertificación Tolerancia Cero o Si lo Quemas, lo Pagas . A nuestros políticos no se les puede pedir que vean más allá de su cargo o su techo electoral.

En cualquier caso, el paso del tiempo y la evolución de nuestra sociedad parece haber dado la razón a esos locos y barbudos ecologistas, por mucho que quienes nunca vieron ni verán más allá de sus narices, se la quitaran una y otra vez, los furtivos del porvenir. Al contemplar el vuelo de las rapaces sobre el Tajo, al encadenarse a los árboles, al denunciar los abusos y las tropelías cometidas en nombre del progreso de Extremadura --progreso suele significar en casi todos los casos jugosos dividendos para una selecta minoría--, demostraban un amor a esta tierra que para sí quisieran muchos, un afecto leal y sincero, no sólo por la naturaleza, sino por el hombre, y muy por encima de intereses localistas, partidistas o comerciales que ensombrecen aún más si cabe nuestro cortoplacista paso por este planeta.

Por cierto, la voz que narraba el salvamento de aquella cría era la de Félix Rodríguez de la Fuente . Y aquel joven impetuoso que se arrojó al mar para rescatarla se llamaba Joaquín Araujo .