Filólogo

El alcalde de Plasencia censura a la candidata de la alcaldía por no haber nacido en esta ciudad. En esto el alcalde no es noble ni es leal ni agrada a los ciudadanos a pesar de ser aborigen de la Perla del Valle. Su partido sí ha creído, acertadamente, que es mejor relevar de ciertas tareas a personas que entienden que el aldeanismo es el mérito. Discutir ahora sobre el "nace o el pace", en un mundo globalizado y de vértigo y acusar de que se ha nacido veinte kilómetros más arriba o más abajo, no sólo es un desprecio al sentido común, sino una exhibición de lucidez de onda corta, atascada en el campesinado, lejos de las actuales cohesiones sociales. Esos criterios, fruto del narcisismo entumecido, han maniatado algunas proyecciones placentinas.

Tales premisas concluirían absurdos mayestáticos: ni el Rey nació en Madrid, ni el Papa en Roma, ni en Plasencia Siloé, Rodrigo Alemán, Churriguera ni Morales, agentes de la imagen hidalga y cultural de la ciudad. Está claro que quien argumenta alegando lugar de nacimiento --mero azar--, arguye debilidad de preparación, de iniciativa, de propuestas, de soluciones, de imaginación y de elegancia, y pretende imponer el terruño a la inteligencia, el entronque a la gestión, el apellido a la inventiva, el abrigo del conocido a la lid abierta.

Estoy convencido de que la elegante y cultivada Plasencia pasa de racismos liliputienses y de arneses de trasnochada altanería, que impidan el crecimiento lozano del entramado social, algo que no puede sólo confiarse al suelo ni a la planta nativa de las amarillas partidas de nacimiento del Registro Civil.

Sólo espero que la política de la gauche divine de Cáceres, no nos salga ahora con parecidos provincianismos. Quevedo ya lo advirtió hace tiempo: "Conviene buscar ayuda de la educación, no del sitio."