Escritor

ARCO es a la cultura lo que Fitur a la incultura. Se trata de un reparto de papeles, siguiendo las consignas de Franco en la Feria del Campo, donde si en ésta se empercudían gobernadores civiles y militares, con Fitur se da un paso más en la revolución sexual de directores generales y comisarios de tours operators poniendo a prueba la capacidad de amar en ambas manifestaciones. Y para muestra ahí está el amor de Alvarez Cascos que descubre los encantos de una galerista que pone de patitas en la calle a sus empleadas en cuanto éstas quedan preñadas de algún pintor hambriento, que lo que tiene ARCO también es que da de comer al hambriento y de beber al sediento. Se preguntarán ustedes por qué dura tanto y protege también el PP una manifestación artística como ésta. Pues son varios los motivos. ARCO ha encauzado una parte de la vida española, que le pasaba lo que a santa Teresa, de tanto no vivir en sí. ARCO ha logrado que este conjunto en busca de un autor haya encontrado aquí una forma de expresar los sentimientos más dispares y las desviaciones sexuales más incomprendidas. Si a esta feria del goce terrenal de la vista y el gusto se suma encima la baronesa Thyssen y su hijo Borja María, pues es como si allí estallara la repanocha, y más cuando Borja cada día está más puesto. Gracias a esta gran fiesta del arte, de la cultura y del comercio, pintores que antes sólo bebían vino tinto de pitarra, hoy se dejan coletas y se afeitan el pubis para poder dar una imagen avasalladora del arte occidental. No pasa como por ejemplo sería una muestra de teatro comprometido con la sociedad de su tiempo, porque en el teatro, todo lo contrario que la pintura, el artista habla y puede decir estoy hasta los cojones de Aznar y de Rajoy, y claro no es eso. ARCO va por lo fino, por encuentros lúgubres de amor y velas con inciensos en la madrugada. Después algunos se quejan. Joderos.