WJwóvenes franceses, algunos hijos de inmigrantes y otros autóctonos, se han unido para convertir sus propios barrios en un campo de batalla. Expresan así la rabia frente a una sociedad que no cuenta con ellos y contra un ministro, Nicolas Sarkozy, que les trata de "gentuza". Francia paga, con la fractura que ha estallado en estos suburbios cuyos jóvenes viven una crisis de oportunidades y de identidad, 30 años de segregación social, territorial y étnica. Un ejemplo: en la Asamblea Nacional no hay ningún diputado de origen magrebí.

La ciudadanía europea se basa en tres pilares: el Estado de derecho, el Estado de bienestar y la participación política. Cuando estos tres principios se quedan a las puertas de un barrio, los sustituyen la guetización, el paro, el tráfico de drogas como economía de supervivencia, la violencia como actitud vital y las mafias organizadas que tienen por objetivo el control del territorio, y que estos días pescan en aguas revueltas. Se hace necesario restablecer el orden. Pero no para que miles de policías desembarquen en estos barrios para limpiar las calles, sino para que lleguen a ellos la igualdad ante la ley, la promoción social y económica y el derecho a la palabra y a la participación política.