XTxan ensimismados como estamos en nuestro ombligo nacional a cuenta del Estatut, apenas hemos tenido tiempo de detenernos en los graves disturbios que se están produciendo en París, la capital por excelencia de la liberté, egalité y fraternité .

Todo empezó con la muerte de dos jóvenes que se electrocutaron al refugiarse en una caseta de un transformador eléctrico, cuando eran perseguidos por la policía. Esa fue la chispa, el detonante, de una impresionante ola de vandalismo que crece cada día y que las autoridades parecen incapaces de controlar. Lo sorprendente de todo ello es que los atacantes son grupos perfectamente organizados que actúan coordinadamente con métodos de guerrilla urbana, que saquean supermercados, incendian negocios, y queman y destrozan coches y todo lo que se encuentran en el camino. Así han arrasado una docena de barrios, y los suburbios de la capital son un auténtico polvorín donde ya se utilizan armas de fuego. La crisis está llegando a tal punto que algún sindicato policial ha pedido al ministro del Interior que decrete el toque de queda.

Pero tal situación no se ha producido de la noche a la mañana. Son barrios marginales donde se han ido concentrando inmigrantes desde los años 60 y que, con el paso del tiempo, se han ido convirtiendo en suburbios con altos índices de desempleo, pobreza, prostitución y tráfico de drogas.

El asunto tiene además un debate político de fondo y ha dejado al descubierto lo que es un secreto a voces: las profundas discrepancias entre el primer ministro Villepin y su ministro de Interior Sarkozy . Este último ha decidido frenar la delincuencia con mano dura . Llegó a llamar "chusma" a los dos jóvenes electrocutados y dijo que limpiaría la zona con mangueras a presión mandando a los antidisturbios, como así ha sido. Por su parte, Villepin y el propio presidente Chirac son partidarios de controlar la situación no sólo con fórmulas policiales, sino atendiendo a las profundas desigualdades sociales que viven estos barrios.

Al final, la situación podría estar en encontrar el equilibrio entre ambas posiciones. Está claro que un Estado de Derecho no puede tolerar que grupos organizados campen a sus anchas y destrocen vandálicamente cuanto encuentren. Los medios policiales deben repeler y controlar estos ataques, pero también hay que aportar medidas que lleguen al origen de estas desigualdades, de la marginación y de la falta de integración de los inmigrantes, que es donde se produce el verdadero caldo de cultivo del problema.

Arde París, mejor dicho, esa zona de París que no sale nunca en las postales. Pero lo que allí ocurre no es un hecho aislado y puede tener un temido efecto dominó de consecuencias incalculables en las grandes ciudades de la vieja Europa . Arde París, pero el resto de los países europeos ya pueden ir poniendo sus barbas a remojar.

*Periodista