TLta lucha contra la crisis económica, tal y como está planteada, encuentra un obstáculo insalvable para ser eficaz: quienes la gestionan no están en modo alguno afectados por ella. Por muy buena voluntad que le echen, por mucho que se pongan a ello, los políticos no sólo conservan su empleo, sino que su poder adquisitivo, lejos de haber sufrido menoscabo alguno, es mayor que antes merced a la deflación o bajada de los precios. Lo mismo cabe decir de los analistas y contertulios que hablan constantemente de ella y dilucidan sus remedios, pues es evidente que si hablan, y les oímos, es porque mantienen, remuneradas como antes de la crisis, sus tribunas. De los ricos que gobiernan la economía nacional, qué se puede decir, sino que son más ricos que antes, pues lo que desapareció de los bolsillos de los pobres (clase media, que se dice ahora) está en los suyos como puede comprobarse fácilmente.

Políticos, analistas y ricos (banqueros, empresarios, especuladores...) son, sin embargo, la punta de lanza de la sociedad contra la crisis, pero se necesitaría que se quedaran colgados como los que de verdad la padecen, o sea, en el paro, con el piso embargado o sin piso, sin vacaciones, sin caprichos, sin segundas y terceras residencias, sin gasofa para el Mercedes, sin criados, sin cacerías, sin yates, sin empresas, sin trato de favor institucional alguno, sin medicina privada, sin colegios ni universidades de pago para sus hijos, para que, simplemente, tuvieran una percepción más cabal, más real, de lo que está pasando, y, en consecuencia, mayor ardor y mejores ideas para combatir la crisis.

Cada semana se abren un par de tiendas de lujo en los barrios altos, los atascos de rugientes todoterrenos eran ayer mismo descomunales en los accesos a los centros comerciales, y lo único que pasa, en realidad, es que la crisis ha dado más a los que más tenían, y les ha quitado a los demás lo poco que creían tener. Pero es de los primeros, qué disparate, de quien se ha de esperar la solución a la crisis que tanto contribuyeron a provocar, y que, por cierto, les ha venido de perlas.