TTtengo amigos argentinos y la mayoría de ellos son cultos e inteligentes. Perdón, he sido pacato, y debería escribir, y lo hago, que la mayoría de ellos son muy cultos y bastante inteligentes. Por eso me cuesta entender que un pueblo culto e inteligente elija a unos gobernantes calamitosos. Que en un país, donde la mayoría de sus habitantes son racionales y coherentes haya persistido el mito del general Perón , un tipo simpático, y lo suficientemente ladrón como para asegurarse un retiro de lujo en Puerta de Hierro, de Madrid, que gozó de una situación internacional de privilegio, y que no sacó al país de la segunda división, y enaltezca a una especie de falsa madre Teresa de Calcuta , que repartía dinero de los contribuyentes, ataviada de Dior y joyas carísimas como si fuera una reina que se compadece de sus súbditos, es algo bastante difícil de entender. Que Eva Perón persista en el imaginario colectivo de un pueblo, fundamentalmente preparado y racionalista, es de esas cosas tan difíciles de comprender como el misterio de la Trinidad y la existencia de las diputaciones provinciales en la España de las autonomías.

La última gobernante de Argentina ha cometido una de esas tropelías cuyas secuelas durarán años. La expropiación de los fondos de pensiones privados, por mucho que se disfrace de nacionalización, es de esas decisiones que, a medio y largo plazo, espantarán cualquier inversión de capital extranjero en Argentina. Y, si se tiene cuenta, que los pocos argentinos con dinero procuran ponerlo a salvo fuera de las fronteras de ese país gobernado por orates, se puede deducir la ruina autárquica a muy cortísimo plazo. No es extraño que haya tantos psiquiatras argentinos. Si yo fuera argentino, intentaría desentrañar a Freud para explicarme este enorme contrasentido.