En nuestros días, en este siglo XXI de pertinaz crisis y de inmoral ensanchamiento de las distancias entre ricos y pobres, pocas instituciones pueden resultar más anacrónicas que la aristocracia. Y más si hablamos de una estirpe española, vinculada con otra británica, que amasó una fortuna incalculable entre los siglos XV y XXI a partir, por ejemplo, de fincas, inmuebles, palacios, y obras de arte. Pero Cayetana Fitz-James Stuart y Silva , que murió ayer en Sevilla a los 88 años, ha sido un personaje tan singular que ha trascendido a su clase. La mujer que tuvo más títulos nobiliarios del mundo --llegó a ser 20 veces grande de España-- ha vivido una existencia fuera de toda norma y, sin duda, impropia de su clase. Una vida, como se suele decir, de película.

De ahí que la duquesa de Alba haya despertado siempre gran empatía entre la gente, propia de otros tiempos y que ya se ha manifestado en Sevilla las horas posteriores a su fallecimiento, al lado de voces que han denunciado su condición de terrateniente. Pero la duquesa siempre se guió por el lema Vive y deja vivir , como explicó en su autobiografía, que llevó hasta sus últimas consecuencias. Por ejemplo, con una azarosa vida sentimental que la llevó a casarse con el exsacerdote Jesús Aguirre y hace tres años con Alfonso Díez , funcionario de carrera y hoy su viudo, pese a la oposición filial.

Visto desde la perspectiva extremeña, la duquesa de Alba tuvo sus encontronazos políticos por su condición de terrateniente, pero también el fervor popular y el cariño del pueblo cuando recaló en esta región.

La relación de la Cayetana con Extremadura estuvo marcada por la expropiación en los años 90 de las fincas de Cabra Alta y Baja, proceso que provocó numerosos enfrentamientos en los medios de comunicación entre el expresidente Juan Carlos Rodríguez Ibarra y el entonces marido de la duquesa, Jesús Aguirre. La Junta expropió los terrenos en 1990, pero no fue hasta el 2002 cuando los comuneros arrendatarios de Zahínos recibieron, tras una década de litigios judiciales, la escritura de las fincas de la mano del consejero de Agricultura, Eugenio Alvarez , en un acto simbólico. Finalmente, la duquesa obtuvo una indemnización cercana a los 2,5 millones de euros por los terrenos, montante bastante más alto que en lo que el Gobierno socialista los había tasado.

La última vez que la duquesa estuvo en la región fue a mediados de enero del 2012. Su visita a Cáceres despertó la admiración de muchos por su figura, que artistas locales plasmaron a su manera en una exposición de la que ella quedó prendada .

La nobleza española pierde a su rostro más reconocible, como bien sabe la llamada prensa del corazón. Muchas la echarán de menos.