WEw l 112º Congreso de los Estados Unidos ha iniciado su andadura bajo la influencia del ultraderechista ´Tea Party´ y con el sonsonete repetido ad nauseam de que hay que devolver el Gobierno al pueblo, como si ahora los representantes de las instituciones políticas de ese país no hubiesen salido de la voluntad popular.

Es el Congreso más conservador de la historia y es también uno de los más bisoños. Imbuidos de este protagonismo histórico del que muchos congresistas republicanos se creen ungidos, tienen prisa por poner en práctica su programa legislativo que, al margen de las grandes declaraciones de principios, tiene tres objetivos principales en el punto de mira. Son el desmantelamiento de la ley de sanidad, a la que Barack Obama --y antes que él otros presidentes demócratas-- dedicó tanto empeño; el recorte de los gastos federales con la poda del presupuesto en un 30%; y la reducción de impuestos con el objetivo de reactivar la economía y ayudar a la clase media, que sigue empobreciéndose.

Cuadrar los dos últimos objetivos --menos gasto público y una rebaja fiscal-- es algo mucho más fácil de decir que de hacer. Una fórmula que en algunos países europeos ha tenido que congelarse. Además, en EEUU tiene una dificultad añadida, y es que el Partido Republicano solo controla la Cámara de Representantes, mientras que el Senado y la Casa Blanca siguen en manos demócratas, que no están por la labor.

Por todo ello, la legislatura no será una balsa de aceite, pero al final deberá ganar el compromiso y la negociación, un instrumento que permitirá evitar que los republicanos, con sus medidas ultraliberales y su adoración por el mercado y su desprecio por el Estado, vuelvan a sumergir el país en un gran déficit. Si han aprendido la lección de 1995, cuando la Cámara de mayoría republicana que presidía el ultraconservador Newt Gingrich se opuso frontalmente a todo compromiso, consiguiendo con ello que el demócrata Bill Clinton fuera reelegido con gran holgura, el presidente Obama no lo va a tener nada fácil. Ni para su programa ni para la reelección.

Sin embargo, el presidente ha demostrado sobradamente que tiene capacidad de negociación. Durante la última sesión del anterior Congreso, ya aceptó prorrogar la reducción de impuestos para los ricos, lo cual era una concesión a los republicanos en toda regla, pero a cambio consiguió una batería de medidas destinadas a la clase media, la que más sufre la crisis y la que el Tea Party y los conservadores dicen representar, como ventajas fiscales para las pequeñas y medianas empresas, mayores indemnizaciones para los parados con menor cobertura social o ayudas para estudiantes con menos medios.