El informe del comisionado del Icomos que propició la incorporación de Mérida al listado de la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, decía que Mérida era uno de los pocos lugares del mundo donde aún se podía contemplar el funcionamiento de una ciudad romana. Ello es posible porque el territorio en el que se incardina la ciudad tiene todavía un carácter agrario.

El problema es que Mérida crece y puede engullir esos espacios para terminar borrando las huellas de un pasado que es la mejor garantía de su futuro. Y ese riesgo existe por el urbanismo especulativo y expansionista que estamos padeciendo. Se observa que en la periferia las modas de los adosados devoran ingentes cantidades de suelo y también de historia.

En el arco noreste-noroeste de la ciudad están los sistemas de abastecimiento de Cornalvo-Borbollón, Casa Herrera-Valhondo, Las Tomas-Rabo de Buey. También el de Proserpina, cuyos restos podemos ver frente al cementerio en la urbanización que allí se va a desarrollar. Todos son excepcionales y su conservación y puesta en valor es vital para la economía y la impronta universal de una ciudad que corre el riesgo de ver ridiculizados sus soberbios sistemas de traídas de agua entre bloques de hormigón, muertos en parquecillos urbanos para salir del paso. Podría pensarse por el contrario en lo que supondría la rehabilitación de esos sistemas para el turismo culto o el aprovechamiento de las mejores aguas para la calidad de vida de los emeritenses, que casi la mitad de la que beben la compran en los supermercados.

XEL CRECIMIENTOx de la ciudad no puede liquidar las huellas tan singulares de un pasado irrepetible. Hay que entenderlo y obligarse a una discusión muy abierta sobre el futuro para no caer en los errores del pasado. Basta pasear por el casco viejo para flagelarse con las salvajadas del desarrollismo de los 60 o remover los vertederos, junto al río, para encontrar las víctimas, en granito y mármol, de aquellos desaguisados, cuando decían que el yacimiento romano era el enemigo del desarrollo de Mérida.

Ahora se hormigonan solares aledaños a espacios potentes como el foro municipal. Parece como si el altísimo precio del suelo hubiera plegado a las autoridades del consorcio a un papel de puro posibilismo. Al final todo estará construido, encorsetado o sepultado en hierro y cemento. Todo porque una política de apertura de espacios que den respaldo al discurso histórico de Mérida es inasumible económicamente.

A veces pienso que si aparecieran ahora los restos del Teatro, del modo que los afloraron Mélida y Macías, tal vez su destino sería compartir espacio entre bloques de viviendas y sótanos visitables. Podrá parecer una exageración pero las actuaciones en pequeños solares en el centro ni remotamente se aproximan, como mínimo, a la actuación de Morería donde un fragmento de ciudad superior a una hectárea está más que asegurada. Ahora los solares se estudian, se hormigona y punto. ¿Cómo se han sepultado restos tan contundentes como los de la apertura de Pedro María Plano con Calderón de la Barca?

Los emeritenses ya no son todos ferroviarios, ni conserveros cárnicos, ni cerveceros, pero acometen su futuro con el papel capitalino y las nuevas formas de actividad. En esa dimensión deben encontrar en la historia de la ciudad una razón de autoestima muy poderosa, por exclusiva. Porque en esa particularidad se van a centrar muchas opciones económicas y de empleo que ya son una realidad, como bien nos contaba, días atrás, la nueva Asociación de Empresarios de Mérida-AEME. Pero para ello conviene definir cómo va a crecer Mérida, si quiere conservar, para sí y para el mundo, su excepcional legado histórico-arqueológico.

Y en ese sentido parece que el Consorcio de la Ciudad Monumental cumple un papel excesivamente posibilista que no garantiza la defensa de ese legado en toda su magnitud. La apariencia es que su función es más burocrática que emprendedora de acciones de gran alcance. Es como si su actuación se plegara al análisis de las licencias de obras. ¿Y su opinión sobre las térmicas de Alange, con la lluvia ácida y la degradación de los mármoles en forma de sulfato cálcico? ¿Cuál es su opinión en un tema tan terrible para el largo plazo de la ciudad?

Está bien que se hagan pequeñas cosas, rutas de visitas, adecuación de espacios. Pero tan importante o más es marcar el futuro y garantizarlo. ¿Qué pasará con los potentísimos restos de Parejo-Baños? ¿Y con los sistemas de acueductos de la zona norte sobre la que existen intenciones decididas de crecimiento? Creo que los ciudadanos y sus representantes deberían hablar de todo esto y muy pronto.

Hace unos días, paseando por las tierras del arroyo de las Arquitas, vi que algunas tapas de registro del soberbio acueducto de Las Tomas- Rabo de Buey estaban movidas o faltaban. Pero lo peor fue cuando, bajo los puentes de la autovía, observé alguna medio reventada o dislocada y con una tapa de hormigón sustituyendo al granito, como indicando por dónde vienen los tiempos para nuestro legado patrimonial. Esto es solo la punta de lanza que debería indicar que el legado histórico-arqueólogico de Mérida, tan importante para la cultura universal, no puede solo administrarse desde el posibilismo que marca el espacio políticamente correcto entre los despachos y los constructores. Por el contrario son necesarios objetivos muy ambiciosos, con decisión y nuevas fórmulas para ejecutarlos. Al tiempo, si no se hace así.

*Exalcalde de Mérida