Y en el camino nos veremos. Ya caen, en estos últimos días otoñales, las postreras hojas de los árboles y que van muriendo lentamente en el ramaje del arbolado. Hojas que vuelan de acá para allá, barridas por el viento y la escoba, cuando el invierno ha comenzado a apretar las clavijas de los primeros fríos en ese cambio climático y repentino a que nos van acostumbrando los tiempos más recientes. Pero el termómetro electoral sube su temperatura, y de qué forma, para equilibrar la balanza.

Y camino de las diatribas preelectorales, que se anuncian con intensas borrascas, los políticos, con ese cuentagotas de la memoria, que el pueblo no echa en saco roto, tiran de sus mejoras bazas y armas electorales con el objetivo de hacerse con el voto de la ciudadanía de a pie.

Los contendientes, unos y otros, tratan de descubrir a la expectante clientela de los mítines las engañifas del pobre y decadente mago del circo ambulante, que es el partido político de enfrente, al mismo tiempo que muestran, de forma ostentosa, sus mejores galas, con todo tipo de alardes, sus misterios y facultades, que nacen en la chistera, en medio de un campo de sorpresas, mientras por las mangas del chaqué artístico van saliendo promesas en forma de palomas y conejos.

XY CADAx caravana circense dispone de su público. Cada una se instala donde puede tratando, por todos los medios habidos y por haber, llevar al público a la representación de su compañía. El camino es largo y duro. Un motivo por el que otros desvencijados carromatos, claro, quedan atascados en el barrizal de las arenas movedizas. Quizás porque no cuentan más que para el entusiasmo de un puñado de fieles, ante la pegada de carteles y poco más, y que miran, con tristeza, a esa noche de magia, que conforma el recuento de los sufragios, mientras los pocos espectadores que asisten a sus funciones se lamentan antes de que se descorran los telones de los colegios electorales.

Luego dicen que se pasan facturas. Pero unos prometen, mientras se les va toda la fuerza por la boca, y que, más tarde, con el paso de la canción del olvido, se van quedando entre las bambalinas circenses de un saco roto, por muchas circunstancias, y con una infinidad de agujeros de la desmemoria respecto a la palabra dada y comprometida ante los lugareños.

Y otros avanzan husmeando por las callejuelas y plazoletas de las aldeas y los pueblos buscando ese engranaje de votos que hay desparramados por todos y cada uno de los rincones de Extremadura. Cada persona, amigo mío, es un voto. Y bien está que un grano no haga granero, pero evidente resulta que ayuda a su compañero.

¿O es que los extremeños no sabemos, a estas alturas, salvo pequeñas bolsas de indecisos, por dónde se andan los caladeros y cuál es la labor en la que se empeña y trabaja cada partido, en todas y cada una de sus estructuras y cuadros, durante los cuatro años que ya quedan atrás?

Los senderos, las vías y las cañadas preelectorales no son flor alegre de un día ni de una semana ni de un mes. Se representa y trabaja más bien a través de una arada larga, como la que atraviesan nuestros labradores y agricultores. Una arada que dura, entre esfuerzos y sudores, todos y cada uno de los días de una legislatura. Y eso lo sabe todo el paisanaje del pueblo que se mueve en el interior de los pueblos, en el corazón de las gentes, en las comidillas de los bares, en los corrillos de las solanas, en los grupos cuando suenan las campanas de la iglesia, en la pedagogía del andar de cabildeo y pegar la hebra, sobre los aconteceres.

Unos comportamientos que conocen y bien, acaso como la palma de la mano, esos lugareños que se las saben todas, fruto de la experiencia, y a quienes afortunadamente, mal que les pese a otros, nadie se las da con queso. Unas gentes que saben, al mismo tiempo, el comportamiento de los representantes de unos u otros partidos y cuyos dirigentes, ahora, cuando se andan entre prisas, solicitan los sufragios.

Y mientras unos, como muchos labriegos del sufrido campesinado extremeño, se desloman, contra un sol de justicia estival y unos fríos que hielan la sangre en las amanecidas invernales, ordeñando olivos, otros andan, calentitos, junto al brasero, dándole al mus, a la garrafina, al tute subastado y al chamelo, con unas perras por medio, un café al lado, mientras comentan el panorama de la actualidad local.

Cada uno sabrá qué hace y cómo busca los perfiles de la política en la Nueva Extremadura. Pero entre la primera y la segunda de las dos opciones, para no engañarnos, hay una que se prioriza sobre otra. Y Extremadura necesita, cada día con más intensidad, que todos se vuelquen con ella, con sus estructuras, con sus anhelos y con sus gentes.

*Periodista