XExs difícil dejar de pensar que el asalto a Endesa tiene un trasfondo político, en donde La Caixa sería el instrumento de la monopolización del sector de la energía desde Cataluña en un momento en el que las incertidumbres políticas sobre el futuro de esta nacionalidad han sido y siguen siendo primer centro de atracción política.

El caso es que La Caixa, con esa peculiaridad político-económica que tienen las cajas de ahorros en España, pasa a controlar todo el sector de la energía en donde Repsol, Gas Natural y ahora Endesa formarían un cuerpo compacto con tentaciones monopolísticas. Si a esto sumamos que Aguas de Barcelona es líder nacional en el mercado de agua para consumo humano, no tenemos más remedio que preguntar por el papel que el PSC-PSOE y el tripartito catalán tienen en este asalto al poder de la primera empresa de energía eléctrica española. Está claro que el pez pequeño (Gas Natural) se quiere comer al pez grande (Endesa) en una OPA que esta última ha considerado hostil, que se planificó en la nocturnidad de agosto, con el conocimiento de una parte, al menos del Gobierno, y que se pretende realizar de forma sorpresiva y sin otra negociación que los mecanismos que permite el mercado de valores. Nadie puede ser tan ingenuo de pretender que las grandes empresas multinacionales están exentas del manejo y la influencia política. La batalla tiene un escenario en que dos de las primeras cajas de ahorros están enfrentadas. La todopoderosa Caixa, que extiende sus redes por todo el sector de la energía y que controla directamente Repsol, y Caja Madrid, que ha conseguido introducir a un consejero, Alberto Recarte , próximo al PP en la dirección de Endesa.

Desde una lógica multinacional, la operación planteada con esa nocturnidad que tienen los asaltos por sorpresa no se entiende. Nos aguarda toda una batalla legal para que los organismos de la competencia se pronuncien y una batalla financiera en donde las dos cajas, la de Madrid y la Catalana, tienen dinero en la cartera para presentar una batalla que tiene tintes estratégicos y políticos. La operación no puede ser bien vista por el consumidor, porque, salvo que se demuestre lo contrario, tiene apariencias de concentración excesiva del mercado de la energía. No deja de levantar sospechas de un poder catalán que se quiere extender por España desde unos planteamientos estatutarios que promueven el recelo y desde una estrategia de financiación autonómica en la que es difícil atisbar solidaridad. Con esos parámetros, el asalto a Endesa parece un asalto catalán en toda regla.

Cabe preguntar por el papel que el PSC-PSOE y el tripartito catalán tienen en este asalto al poder de la primera empresa eléctrica española. Como se sabe las grandes empresas no están exentas del manejo y de la influencia política