El injusto reparto de la riqueza que reveló el último informe de Oxfam Intermón tiene su génesis en los ochenta, cuando los ultraliberales Thatcher y Reagan bajaron exageradamente los impuestos a los ricos a costa del gasto social y privatizar empresas. Con el declive de la URSS, se sintieron fuertes para demoler el estado del bienestar y la acción sindical. Así, mientras la clase trabajadora sufría una merma de derechos con bajada de salarios e incremento de la precariedad laboral, el capitalismo se aupaba a la cresta de la ola enriqueciendo a los poderosos a cambio de empobrecer a los asalariados.

Los impuestos, con criterios de justicia social y equidad, evitando fraudes y abusos, son la forma de redistribuir la riqueza y lograr un mundo más ético; pero perversamente, un estudio de KPMG revela que desde el inicio de la crisis en 2008, en el mundo se han bajado un 5% los impuestos máximos de las empresas y se han subido un 6% los impuestos a los ciudadanos.