Con el asesinato en Andoain del jefe de la Policía Municipal, Joseba Pagazaurtundua, ETA segó una vida amenazada y perseguida --le quemaron el coche dos veces y le atacaron el domicilio-- de antemano. Militante socialista, poli-mili en su juventud, el sargento de policía acribillado era activista del colectivo pacifista Basta Ya y preparaba un movimiento de protesta contra la kale borroka en el municipio guipuzcoano.

Andoain se ha convertido en símbolo del acoso y amedrentamiento que sufren en el País Vasco quienes no comulgan con la disuelta Batasuna. Allí, hasta al portavoz municipal del Partido Nacionalista Vasco le han volado el coche. Quizá eso explique que los batasunas retengan la alcaldía alcanzada en 1999 pese a que están en minoría frente a socialistas, populares y peneuvistas, quienes se resisten a censurar al alcalde. Un paso que el partido de Arzalluz, que sí rompió las coaliciones municipales con el brazo político de ETA, no ha querido dar.

El asesinato de Pagazaurtundua revela que la desunión de las fuerzas políticas democráticas deja un flanco por cubrir más allá de los notables avances de la lucha antiterrorista del último año en todos los demás frentes.