WBw asta con ser un asesino para acabar con la vida de un hombre de 70 años, sin escolta, cuando baja de su coche y se dirige a comer en el mismo restaurante que todos los días. Las alharacas presuntamente ideológicas con las que se pretende justificar la acción de unos desalmados carecen de justificación, de forma que el asesinato por ETA del empresario Ignacio Uría no pasa de ser lo que siempre es la actividad de los terroristas: una salvajada inhumana. Que ETA y la izquierda aberzale se opongan a la construcción de la Y vasca --el tren de Alta Velocidad que unirá a las tres capitales vascas, y a estas con Francia y Madrid--, en la que participa la empresa de Uría, no modifica el diagnóstico.

Dicho esto, debe añadirse que la muerte de Uría solo dos semanas después de la detención en Francia de Txeroki confirma que ETA, debilitada y acosada en Francia y en España, conserva sin embargo la suficiente capacidad operativa para seguir matando sin correr grandes riesgos. Y en este caso, con el objetivo expreso de intentar a tiros, como antes sucedió con la central nuclear de Lemóniz, que la llegada del AVE a Euskadi nunca se haga realidad. Un salto cualitativo en el comportamiento de la banda porque sitúa bajo el chantaje de las pistolas al complejo entramado empresarial y político implicado en cualquier gran obra pública; un desafío intolerable que, desde luego, el Estado no consentirá, como reiteró ayer el presidente del Gobierno.

En una situación de crisis internacional galopante como la que sufre la sociedad española, los efectos sociales de la conducta etarra pueden ser incontables. El más importante, sin duda, en el mercado de trabajo, porque Uría, como otros muchos empresarios del sector de la construcción y de las infraestructuras, era un creador intensivo de empleo en una actividad especialmente castigada por el retraimiento económico.

La llamada izquierda aberzale tiene ante sí, una vez más, una ocasión tan trágica como inmejorable para distanciarse de ETA. Para demostrar que ha cortado el cordón umbilical que la une a los terroristas no tiene más que hacer algo tan sencillo y entendible como condenar públicamente a los asesinos de Uría y olvidarse de la cruelmente cínica retórica de la que echa mano habitualmente para justificar la muerte de inocentes. Azpeitia es un escenario especialmente adecuado para dar este paso: se trata de un municipio de tradición peneuvista, gobernado hasta ahora por la alianza de ANV, EA (ayer anunció que la rompía) y Aralar, cuyo ayuntamiento debatió y rechazó en mayo la conocida como moción ética. De no darlo, habrá que convenir, una vez más, en que el mundo aberzale y el mundo etarra son las dos aceras de la misma calle.