Según los expertos y las asociaciones de afectados, el 10% de la población sufre de dislexia, y en muchos casos este trastorno de la lectura y escritura queda sin diagnosticar. Aunque la escuela ya no es insensible hacia estos niños, que hace años simplemente eran relegados al pelotón de los torpes, ese porcentaje se podría --y debería-- reducir con una debida atención en las aulas. Pero los maestros, el profesorado de educación especial y el sistema sanitario están desbordados por la amplia variedad de colectivos que requieren una atención específica. Hace pocos días, el Gobierno relativizaba el valor de los datos de la OCDE que situaban a España a la cola de los países desarrollados, según el porcentaje de gasto educativo sobre el PIB. Pero estas cifras abstractas tienen consecuencias reales: la falta de recursos para atender los trastornos de aprendizaje, a los adolescentes problemáticos y a los inmigrantes de otras culturas. Aunque no sólo se trata de presupuesto. La escuela selectiva que se pretende recuperar, separando a los niños por su rendimiento entre los 12 y los 14 años, supondrá una regresión en la capacidad de los centros para atender a muchos alumnos que necesitan apoyo y confianza.