Periodista

El Auditorio de Cáceres está inacabado. Comenzaron las obras y cuando se quisieron dar cuenta, se había gastado casi todo el presupuesto sólo en explanar y preparar el terreno. Hubo después quiebras y problemas. Al final, lo que iba a ser la guinda cacereña del 92, estuvo a punto de convertirse en el quiero y no puedo del siglo XXI. En el Auditorio de Cáceres te encuentras unas butacas de cuero blanco que no se repiten en ningún auditorio europeo. Hay un escenario bien dotado, unas soluciones arquitectónicas para la sala admirables y un muelle de carga, descarga y acceso extremadamente funcional. Pero ahí se acaban las virtudes y comienzan los inconvenientes. El auditorio es frío porque el aire caliente asciende y abajo te congelas. Se necesita una caja acústica porque la audición es lamentable y la Orquesta de Extremadura, tras tocar en él en su estreno en Cáceres, no ha vuelto a pisarlo.

Y además, está inacabado. En el tejado iba a ir un cine de verano con terraza al aire libre. También estaba concebido como palacio de congresos y con unas obras en la última planta podría conseguirse que fuera útil con este fin. En resumen, el auditorio cacereño se ha convertido en una patata caliente que nadie sabe cómo pelar hasta que este año, tras el ascenso del cacereño Chema Corrales al olimpo de la cultura regional, nos hemos encontrado con una programación sorprendente en su calidad y variedad, una programación en la que, como en las mejores plazas de España, habrá grupos (Fura dels Baus, Centro Dramático Nacional, etcétera) que actúen tres días seguidos. O sea, que el sonido sigue quedándose en el escenario y el aire caliente sigue subiéndose a los cielos, pero, al menos, el auditorio no permanecerá cerrado.

Mientras el Gran Teatro sí forma parte del imaginario colectivo cacereño, el auditorio no acaba de cuajar. En Cáceres parece como si este edificio no existiera o fuera un capricho inútil. Con esta lógica, es natural que el alcalde Saponi pida un palacio de congresos que también funcionaría como auditorio. Con lo que tendríamos cuatro escenarios para actuaciones (con la actual programación basta con uno) y tres espacios congresuales (justo ahora que los congresos empiezan a estar en crisis), donde San Francisco seguiría siendo la estrella porque es gratis y porque el marco, irrepetible en España, encandila a los congresistas.

Uno es cacereño de toda la vida y estaría encantado de que su ciudad tuviera cinco auditorios, seis pabellones multiusos y siete palacios de congresos, pero creo que lo mejor sería acabar de una vez el auditorio, completar la planta superior, equipar la gran sala para congresos, reorientar la calefacción, colocar una caja acústica, comprar un piano de categoría, dignificar el entorno y por la cuarta parte de lo que se pide, tendríamos Cáceres tan bien equipada como Santiago de Compostela: un teatro precioso, un auditorio impecable y dos espacios para congresos: uno moderno y otro monumental (esta dualidad no la disfrutan ni Santiago ni Salamanca). Y con el dinero sobrante tendríamos para hacer una programación cultural de lujo de aquí al 2016.