TAt veces el pasado te trae sensaciones extrañas, te explica cosas que en su momento no entendiste y que ahora te susurra dulce pero rotundamente. Para mí, una de ellas ronda alrededor de la identidad extremeña , ese concepto tan abstracto que tanto se empeñan en proclamar los políticos y que las leyes no pueden hacer corpóreo. Ni siquiera el Redoble o los trajes de montehermoseña lo logran. Con el tiempo he descubierto que mi experiencia más regionalista fue en mis años en la Universidad de Extremadura, cuando compartí pupitre --las escasas veces que mi pereza me lo permitió-- con oliventinos y veratos, con serones y sanvicenteños. Entonces no lo percibí del todo, pero había una rara uniformidad entre nosotros que sólo ahora consigo leer. Ni siquiera existía la clásica distinción entre gente de pueblo y ciudad: todos éramos chicos de nuestro tiempo.

*Periodista