Dos organizaciones en torno a Dios se han lanzado a una guerra publicitaria para proclamar o poner en duda su existencia. La Unión de Ateos y Librepensadores ha financiado una publicidad en dos autobuses de Barcelona que reza --disculpen, quizás no sea el verbo más adecuado-- : "Probablemente Dios no existe; deja de preocuparte y disfruta de la vida". La campaña nació en Londres y promete extenderse a otras ciudades españolas después de la experiencia de Barcelona. En Madrid, una Iglesia Evangélica ha reaccionado con una campaña semejante, también en los autobuses, en la que se proclama: "Dios sí existe, disfruta de la vida en Cristo". Recuerda la batalla dialéctica a aquella otra que se libró hace tiempo en las paredes de los retretes públicos en las que unos escribían: "Dios ha muerto. Firmado: Nietzsche "; y respondían otros, con una evidencia aplastante: "Nietzsche ha muerto. Firmado: Dios".

Al catálogo de mis múltiples dudas existenciales añado desde hoy otra sobre la eficacia de la publicidad en los autobuses como arma de evangelización o de contraevangelización. Aunque a diario comparto la parada del autobús con mucha gente que por encima de sus creencias reza para que el suyo llegue a tiempo o se acuerda de Dios cuando se retrasa más de lo debido, no creo que campañas como estas muevan un ápice los cimientos de sus convicciones. Aunque puestos a emprender guerras por la religión, prefiero estas ocurrencias incruentas que otras sangrientas cruzadas. Imagino, pues, que los únicos beneficiarios de esta tendencia serán los gerentes de las empresas municipales de transporte que asumirán felices como un milagro la llegada de tan peculiares campañas en estos tiempos de sequía publicitaria.

Porque viendo cómo anda el mundo, especialmente en el territorio cuna de las tres grandes religiones monoteístas, tan difícil me parece defender la existencia de Dios como proclamar de manera indubitada que demostrada su inexistencia se volatilizarán nuestras preocupaciones y disfrutaremos, como por ensalmo, más la vida. Eso sí que es tener fe a prueba de bombas.